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Ruta por los valles pasiegos de Cantabria

Recorremos las carreteras secundarias del interior de la comunidad de Torrelavega a Potes, donde hay mucho más que sobaos

Paisaje de montaña en el Valle de Liébana / PIXABAY

Paisaje de montaña en el Valle de Liébana / PIXABAY

Ana Montenegro

14.08.2020 00:24h

7 min

Esta es una ruta diferente y fresca que atraviesa una de las zonas naturales más bonitas y verdes de la Península. Se trata de viajar de este a oeste, de Torrelavega a Potes, hasta las estribaciones de los Picos de Europa, atravesando los valles de los ríos cántabros Besaya, Saja, Nansa y Deva, que corren en paralelo y hacia el mar creando una orografía de valles agrestes, encajados entre montañas y con una frondosa vegetación. La ruta escala puertos de montaña y baja a los valles en un recorrido que no deja indiferente a ningún conductor y que ofrece a todos los pasajeros unas vistas espectaculares.

Mi propuesta es arrancar en Torrelavega, que puede servir también de base de alojamiento. Hasta aquí se llega desde Santander, al este, por la A-67 o desde Asturias, al oeste, por la E-70. En esta localidad tomamos las carreteras N-634 y N-611 hacia el sur, para acercarnos a Cartes. Podemos hacerlo siguiendo la A-67, pero mi propuesta es siempre optar por las carreteras secundarias, aunque en este caso sea solo para recorrer unos 5 km. 

Los primeros kilómetros de esta ruta por carretera bordean el río Besaya, unos 80 km de cauce que corren por el centro de la comunidad autónoma de Cantabria creando un valle que delimita lo que se llaman ‘tierras pasiegas’. Cartes, el primer punto del recorrido es donde el escritor Benito Pérez Galdós ambientó su lacrimógena novela `Marianela´. En el ‘Año Gadosiano’, aunque las conmemoraciones del centenario de su muerte hayan quedado bastante deslucidas por la pandemia, un viaje por esta zona, o por cualquier otra, puede ser una buena excusa para releer al gran escritor que renovó la novela.

Aguas termales

Los tres primeros puntos del recorrido, Cartes, Riocorvo (a menos de 3 km y sobre el Besaya) y Yermo (hacia el oeste por la CA-283) agrupan un puñado de casas solariegas típicas, construidas entre los siglos XVI y XVIII, que aún muestran los restos de un esplendoroso pasado de ‘indianos’, los emigrantes que volvían ricos de Ámerica dispuestos a dejar su huella y sus blasones en la arquitectura local. En Riocorvo destaca también el antiguo Hospital de Peregrinos de San Lázaro, que recuerda la antigua ruta cántabra del Camino de Santiago.

Antes de girar a la derecha hacia Yermo, os propongo hacer una pequeña desviación al sur para conocer Las Caldas de Besaya, sólo hay que seguir la N-611, entre el río y la autopista. Este pequeño pueblo hace honor a su nombre ya que tiene un balneario que ya usaban los romanos y que se desarrolló en el siglo XIX con la construcción de un hotel. Sus aguas están recomendadas para los problemas renales y digestivos pero, lógicamente, tiene también tratamientos relajantes. Sin el lujo del vecino de Puente Viesgo, cuenta con los elementos necesarios para ‘premiar’ el cuerpo de cualquier viajero. Por eso también puede ser una buena opción dejarlo para el final de la ruta. 

Retomamos la CA-283 en Yermo en dirección oeste hacia Villanueva de la Peña. Son unos 10 km por una carretera con desniveles y curvas bastantes cerradas. Es una de las carreteras favoritas de los moteros de la zona y un avance de lo que nos espera en los siguientes tramos.

En Villanueva de la Peña giramos a la izquierda para tomar la CA-812 para llegar a Ruente, a unos 10 km. Atrvesamos en el camino los pintorescos pueblos de Luzmela y Cos. El primero cambió su nombre original, Mazcuerras (como se sigue llamando la comarca), por el actual para honrar a una de las escritoras más prolíficas de Cantabria, Concha Espina, y a una de sus obras más famosa ‘La niña de Luzmela’ (1909). La novela está ambientada en este pueblo, donde se conserva la casona de la escritora, de estilo barroco montañés. En Ruente no hay que perderse su puente enano de ocho ojos.

Hacia Liébana

Seguimos unos 4,5 km, cruzamos el río Saja y en la pequeña localidad de Valle tomamos a la derecha la CA-182 que nos va a subir al puerto Collada de Carmona (611 metros), una espléndida atalaya desde la que se puede admirar esta espectacular zona natural. Son las estribaciones de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, que actúa como barrera climática de la costa. Esta sierra es la frontera norte de la Reserva Nacional de Caza Saja, casi 200.000 hectáreas de espacio cinegético de especial protección que va desde el río Besaya hasta los Picos de Europa y que incluye, en el sur, el Parque Natural Saja-Besaya, una de las reservas naturales de urogayos más espectaculares.

Entre pastos y zonas de labranza hay algunos de los robledales más grandes de la Península, como los que cubren los montes Aá, además de hayas, castaños y abedules, habitados por corzos, jabalís, aves rapaces, nutrias, lobos y, con suerte, alguos aseguran que se pueden ver algún oso pardo.

Esta sinuosa y retorcida carretera que nos lleva hasta Puentenansa tiene un buen asfalto y señalización, pero es estrecha y enlaza curvas a derecha e izquierda, muy adecuada para los amantes del volante. No suele haber mucho tráfico pero se ha utilizado en varias Vueltas Ciclistas a España y es territorio de pedales. Ojo con los cilcistas aficionados.

Puentenansa está bañado por el río que le da nombre, que atravesamos para entrar en el Valle de Lamasón, paso natural de comunicaciones entre los ríos Nansa y Deva, flanqueado en el oeste por los Picos de Europa y en el sur por la Sierra de Peña Sagra. Esta protección natural aporta al valle y a toda la comarca de Liébana un microclima templado que consigue mezclar hayas y robles con algunos árboles típicamente mediterráneos como la encina o el alcornoque. Es una zona de ganadería, por lo que las vacas serán nuestras compañeras en esta parte del recorrido. Antiguamente había explotaciones forestales y se cultivaba maíz. Restos de este pasado son algunos molinos abandonados que se pueden divisar en los laterales del camino. 

Paisaje tapizado de verde

Desde aquí tenemos una hora de viaje en la siguiente etapa, la que recorre el valle del Lamasón por la CA-282, entre los valles de los ríos Nansa y Deva. Termina en el pueblo de La Hermida, que da nombre al famoso desfiladero sobre el río Deva. Pero antes de llegar aenlazamos un vertiginoso tramo de curvas a derecha e izquierda, algunas de 180 grados. Imprescindible para amantes del asfalto.

En La Hermida enlazamos con la N-621, la carretera que comunica la costa de Cantabria con León y atraviesa la Cordilleda Cantábrica.  En un paisaje tapizado de verde, vemos a la izquierda una zona más montañosa, la Sierra de la Cuerres, donde está la Braña de los Tejos con algunos de estos árboles centenarios y otros espectacularmente asentados entre las rocas. En Cantabria el tejo es un árbol sagrado.

Potes es la localidad más importante de Liébana desde el siglo X y la puerta de los Picos de Europa. De la belleza de este lugar dan fe todas las guías y, sobre todo, quienes la han visitado. Ese puede ser su mayor inconveniente, el exceso de turistas, un poco menos este año, pero hay que dar un paseo tranquilo por sus callejuelas para admirar los innumerables monumentos: iglesias, torres, puentes, plazas y cualquiera de los rincones del casco antiguo.

Teleférico de Fuente Dé

Desde Potes se pueden hacer muchas excursiones, como subir en el teleférico de Fuente Dé, a 23 kilómetros, que asciende en cuatro minutos 800 metros. Desde la cima, en el mirador del Cable (1.850 metros) hay unas vistas espectaculares. Este año sólo pueden entrar en el teleferico 15 personas en cada viaje por lo que puede haber más colas. Es muy interesante el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en las afueras de Potes, donde vivió en el siglo VIII el personaje más famoso de la comarca, el Beato de Liébana, un abad guerrero que mantuvo una encendida polémica teológica con un colega de Toledo sobre si Jesús había sido o no adoptado (¿precursor del Código de Vinci?). Dio nombre a las ilustraciones de los manuscritos religiosos de la Edad Media, los “beatos”, y fue uno de los impulsores del Camino de Santiago. Todo un personaje. En el monsaterio se conserva el que, dicen, es el trozo más grades de la cruz de Cristo.

Esta es también una zona de buen comer. Es imprescindible el cocido montañés, que se hace básicamente con alubias, berza y carne de cerdo, aunque acepta las lógicas variantes locales, por ejemplo en Potes se llama cocido lebaniego. Las carnes son excelentes, como no podía ser de otra forma en una comarca ganadera. Una de las especialidades son los quesos, elaborados, lógicamente con la leche de las vacas que se alimenta de los ricos pastos de la zona. Y de postre, los famosos sobaos pasiegos (un pequeño y sabroso bizcocho) o las quesadas. Para terminar, un fuerte orujo de la tierra. 

Y desde Cantabria me voy unos dias de vacaciones. En septiembre retomamos estas #rutastraselconfinamiento. ¡Buen verano y buenas rutas!

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