El presidente del Grupo Volkswagen, Oliver Blume, ha reiterado la importancia de recortar costes para hacer frente a la coyuntura. En ese contexto, Blume ha justificado la asignación de nuevos modelos eléctricos a las plantas del grupo en España y Portugal porque son las únicas capaces de competir con los costes de producción de Europa del Este e incluso de China. En plena reestructuración interna y ante un escenario de crisis en la industria automotriz europea, el directivo alemán situó así a la Península Ibérica como pieza clave en la estrategia de eficiencia y adaptación del mayor fabricante europeo de automóviles.
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“Estamos avanzando bien”, aseguró Blume en una entrevista con la Agencia Alemana de Prensa, en la que explicó las medidas de ahorro y reordenación del grupo, que incluyen la eliminación de más de 35.000 empleos en la marca Volkswagen, 7.500 en Audi y alrededor de 4.000 en Porsche, además de recortes en otras filiales. “Debemos adaptar las capacidades a la realidad”, insistió el ejecutivo, recordando que las ventas en el mercado europeo han caído más de un 20% en los últimos cinco años.
La Península Ibérica, refugio industrial de Volkswagen
El reconocimiento a las plantas de Seat de Martorell, Pamplona y Palmela (Portugal) llega en un momento decisivo para el grupo. Los nuevos modelos eléctricos más asequibles —como el ID. Polo, con un precio de partida de 25.000 euros, y el futuro ID. Every1, que se lanzará en 2027 por unos 20.000 euros— no se fabricarán en Alemania, sino precisamente en España y Portugal.
“Estas fábricas pueden competir en costes con Europa del Este e incluso con muchas plantas chinas”, subrayó Blume, una afirmación que supone un reconocimiento explícito a la productividad y eficiencia de las operaciones ibéricas dentro de un grupo que busca ganar margen en plena transición hacia la electromovilidad.

Los eléctricos Cupra Raval y VW ID. Cross
Electrificación de Volkswagen
El imperio de Wolfsburgo se encuentra en plena “dieta industrial”. La caída de la demanda, la competencia china y la presión regulatoria europea —sumadas a los altos costes energéticos y laborales en Alemania— han forzado a Volkswagen a recortar estructura, optimizar procesos y revisar líneas de producción completas.
Pese a mantener su facturación en niveles similares al año anterior, el beneficio del grupo se ha desplomado más de un 38%, reflejando la tensión entre la inversión en nuevos modelos eléctricos y la lenta respuesta del mercado. “El control de costes es decisivo para asegurar el futuro exitoso de esta empresa”, advirtió Blume.
Alemania pierde músculo industrial
El mensaje tiene un alcance simbólico. Alemania, que durante décadas fue el centro de valor añadido de la automoción europea, se enfrenta hoy a una pérdida de competitividad estructural. La presidenta de la Asociación de la Industria Automotriz (VDA), Hildegard Müller, lo resumió recientemente: “Producir en Alemania es demasiado caro”. Los altos precios de la energía, la carga fiscal y la burocracia se han convertido en frenos a la inversión.
Blume, sin embargo, no da por perdida la industria alemana. “En Alemania tenemos personas altamente cualificadas y una excelente formación profesional”, afirmó. “Está en nuestras manos devolver a nuestro país su antigua fortaleza. Es una tarea compartida entre política, empresas y sociedad”.
Entre la eficiencia y la presión personal
El plan de ahorro de Volkswagen coincide con un momento de especial presión para Blume, que mantiene una doble presidencia: la del Grupo Volkswagen y la de Porsche, cargo que conserva desde hace más de tres años. Esta doble función, respaldada por las familias Porsche y Piëch, ha generado críticas entre los inversores, que lo acusan de ser un “presidente a tiempo parcial”.
“La doble función fue una decisión consciente”, defendió Blume. “Tiene ventajas técnicas y estratégicas, pero no está pensada para siempre”. El relevo en la dirección de Porsche ya está en marcha, aunque el ejecutivo sigue centrado en mantener el rumbo del grupo en medio de lo que definió como “tiempos turbulentos”.