En Wolfsburg arrecian las críticas contra la doble responsabilidad de Oliver Blume. El consejero delegado del Grupo Volkswagen, que desde 2022 compagina la dirección del consorcio alemán con su anterior responsabilidad al frente a Porsche, se encuentra en el centro de la tormenta. Daniela Cavallo, presidenta del comité de empresa de VW e influyente voz de IG Metall, se ha sumado a la exigencia de un CEO a tiempo completo en un momento delicado por la caída de la rentabilidad.
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“El director ejecutivo no puede ser jefe a tiempo parcial en Wolfsburg y pasar el resto de su tiempo en Porsche. Esta situación debe acabarse”, lanzó Cavallo en una reunión interna, según un memorando difundido a los trabajadores. Sus palabras cristalizan una reclamación que llevan tiempo defendiendo accionistas, sindicatos y analistas: Volkswagen necesita un CEO a tiempo completo para enfrentar sus propios desafíos.
Una presión que se intensifica
Desde que Porsche salió a bolsa como compañía independiente en septiembre de 2022, el doble rol de Blume ha sido objeto de controversia. Los inversores han advertido de los problemas de gobernanza y de la dificultad de liderar dos gigantes con intereses divergentes. Y aunque el propio Blume había asegurado que la situación no sería permanente, todavía no hay fecha para poner fin a la compatibilidad.
Reuters adelantaba la semana pasada que Porsche ya ha iniciado la búsqueda de un sucesor, lo que refuerza la percepción de que el desenlace es cuestión de meses. Según WirtschaftsWoche y Handelsblatt, candidatos internos como Michael Steiner (actual responsable de I+D en Porsche), Stefan Weckbach (jefe de estrategia de VW), Frank-Steffen Walliser (CEO de Bentley) o Klaus Zellmer (CEO de Skoda) están sobre la mesa.
Apuros en Porsche y Volkswagen
El contexto agrava la situación. Porsche atraviesa una costosa reestructuración, golpeada por la débil demanda en China, el lento avance hacia la electrificación y los nuevos aranceles estadounidenses, lo que le ha obligado a recortar previsiones de rentabilidad. Sus acciones han perdido un 45% de valor desde la OPV, cuando incluso superaban en valoración bursátil al propio grupo matriz.
Volkswagen, por su parte, necesita un timón firme para recuperar el pulso frente a la competencia global en eléctricos, modernizar su estrategia industrial y restaurar la confianza de los mercados. Para muchos, el cargo requiere plena dedicación, no un directivo partido entre Stuttgart y Wolfsburgo.
Las familias Porsche y Piëch —principales accionistas de Volkswagen a través de Porsche SE— han expresado públicamente su apoyo a Blume, pero las presiones de sindicatos e inversores parecen marcar el inicio del fin de su doble papel. Los analistas coinciden: separar funciones aliviaría las dudas de gobernanza y permitiría a cada empresa encarar sus propios retos sin interferencias. La cuestión ya no es si Blume dejará uno de sus cargos, sino cuándo y en qué condiciones se producirá el relevo. El otoño se perfila como la estación decisiva.