Stellantis ha decidido volver a apostar fuerte por Estados Unidos. Y no lo hace con una simple inversión, sino con una declaración de principios: 13.000 millones de dólares en cuatro años, el mayor desembolso en los cien años de historia de la compañía en el país, a través del antiguo grupo Chrysler que absorbió. El movimiento busca blindar su negocio en su mercado más crítico, recuperar cuota de ventas y, de paso, adaptarse a un nuevo tablero político marcado por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
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El plan de Stellantis tiene un sabor inequívocamente estadounidense. Reapertura de plantas, más empleos, más producción local. En cifras: un aumento del 50% en la producción nacional, cinco nuevos modelos y 5.000 nuevos puestos de trabajo repartidos entre Illinois, Ohio, Michigan e Indiana. Todo bajo una narrativa que encaja perfectamente con la visión trumpista de “traer la industria a casa”.
La compañía, nacida de la fusión entre Fiat Chrysler y PSA Peugeot, no oculta que su nueva hoja de ruta responde también a la realidad arancelaria del país. Los 1.700 millones de dólares en costes por los aranceles que la Administración Trump ha impuesto a los vehículos fabricados fuera de Estados Unidos amenazan directamente su rentabilidad. La solución: fabricar más dentro de EEUU.
“Los aranceles son una variable más que debemos aprender a gestionar, y lo haremos”, reconocía Antonio Filosa, nuevo CEO de Stellantis, en una entrevista con Reuters. Su tono fue pragmático, casi resignado, pero el mensaje quedó claro: si Trump sube muros, Stellantis construirá fábricas dentro de ellos.
Reapertura de una planta cerrada
El corazón del anuncio late en Belvidere, Illinois, una planta que cerró en 2023 y se convirtió en símbolo de la desindustrialización del Medio Oeste. Ahora renace con una inversión de 600 millones de dólares y la promesa de 3.300 nuevos empleos. Allí se fabricarán los nuevos Jeep Cherokee y Compass a partir de 2027.
La decisión tiene, además, un efecto político. El presidente del sindicato United Auto Workers (UAW), Shawn Fain, lo celebró como un triunfo directo de la presión sindical y de los aranceles: “Su decisión demuestra que los aranceles selectivos pueden devolver miles de buenos empleos sindicalizados a Estados Unidos”.
Pickups y más combustión
La inversión también refuerza la identidad más clásica de Stellantis en América. La compañía desarrollará un nuevo SUV de gran tamaño en Michigan y una pickup de tamaño medio en Ohio, dos de los segmentos más rentables y más afines al consumidor estadounidense. Mientras tanto, Indiana se convertirá en el epicentro de la nueva generación de motores de combustión, con la producción del GMET4 EVO, un cuatro cilindros estratégico para los próximos años.
Todo el plan se inscribe en un contexto de recuperación interna: Stellantis lleva meses intentando reconquistar su mercado estadounidense, después de años de quejas de concesionarios por precios poco competitivos y estrategias confusas bajo el anterior CEO, Carlos Tavares. Filosa, que asumió el cargo en junio, se ha marcado como prioridad “acelerar el cambio de rumbo en Estados Unidos”. De hecho, las últimas cifras apuntan a una recuperación de las ventas de Stellantis en EEUU.
El nuevo plan de Stellantis arranca tras una primera reacción del grupo a los aranceles mediante la suspensión temporal de la producción en dos plantas de ensamblaje en Norteamérica y el despido temporal de 900 trabajadores en cinco instalaciones de Estados Unidos. Las plantas afectadas se encuentran en Windsor, Canadá, donde se fabrican las minivans Chrysler Pacifica, Voyager y el Dodge Charger Daytona, y en Toluca, México, donde se producen el Jeep Compass y el Jeep Wagoneer S.
Oxígeno para Trump
Aunque el comunicado oficial de Stellantis evita referencias políticas, el cálculo de fondo es evidentemente electoral y geoeconómico. Con Trump de nuevo en la presidencia, la tendencia hacia la autarquía industrial parece irreversible. Fabricar dentro de EEUU es más que una cuestión de logística: es una cuestión de supervivencia empresarial. De paso. Stellantis aporta oxígeno y argumentos a Trump para justificar su política comercial.
El anuncio de Stellantis encaja así con una estrategia preventiva frente al proteccionismo que podría marcar los próximos cuatro años. De hecho, algunos analistas interpretan la inversión como un seguro político: un compromiso visible con el empleo local que amortigüe el impacto de los aranceles y mantenga a Stellantis en el círculo de favor del nuevo Gobierno.