Si te gusta conducir no puedes perderte una de las carreteras más apasionantes de la Península aunque ahora está un poco olvidada, la que recorre la Costa del Garraf en Barcelona, entre Castelldefels y Sitges. Es una de las rutas por carreteras secundarias en Coche Global para cuando llegue el desconfinamiento.

Para mí es una de las que más me divierten y siempre que puedo huyo de la autopista para recordar mi infancia. Mi primer encuentro con esta línea de asfalto retorcida fue en el asiento trasero de un Opel Calibra (un deportivo ya desaparecido de la marca alemana ahora bajo control del Grupo PSA) que conducía mi padre. Me juré que algún día tomaría yo el volante para hacerla y lo he hecho ya muchas veces.

El camino habitual para ir hasta Sitges desde Castelldefels (y desde Barcelona) es la Autopista C-32, también conocida como Pau Casals, que salva el macizo del Garraf con túneles y permite llegar en 20 minutos. Eso sí, pagando unos 6 euros de peaje.

23 km para disfrutar

La alternativa para los intrépidos, que tengan más de tiempo y no se mareen es la carretera C-31 que en unos 23 kilómetros salva la distancia entre Castelldefels a Sitges, eso sí, trazando 86 curvas. El viaje se puede alargar casi una hora, pero es un trayecto imprescindible para aquellos a los que les gusta el volante o tumbarse en una moto.

Castelldefels está a unos 20 kilómetros al sur de Barcelona, muy cerca del Aeropuerto del Prat. En los años 50 se convirtió en un centro de veraneo popular pero hoy tiene también zonas residenciales de alto standing. Es uno de los lugares favoritos para vivir de los futbolistas. Pese a sus infinitos y limpios arenales y su proximidad a la ciudad, los barceloneses no son muy aficionados a las playas de ‘Castefa’.

La C-31, que sigue hacia el sur hasta el Vendrell, es en este tramo muy sinuosa. Serpentea por una costa cortada verticalmente sobre el mar en los acantilados del macizo del Garraf, una escarpada zona montañosa que es parque natural. Casi un pequeño trozo de la Costa Brava plantado entre arenales.

Un antiguo camino medieval

El origen de esta carretera se remonta a finales de siglo XIX. Se construyó sobre un antiguo camino medieval y se reformó hace unos años, pero sigue casi sin arcenes, una herencia de su pasado centenario.

Antes del confinamiento, los fines de semana era un lugar de cita habitual de ciclistas, lo que hacía más peligroso circular por esta carretera en coche porque las cerradas curvas dificultan la visibilidad de largo alcance. Por eso yo siempre he recomendado hacer este recorrido entre semana y a hora extrañas, por ejemplo, a media mañana o después de comer, en las que encontraremos menos ciclistas.

Coches para las curvas

El trayecto es igual de apasionante en moto o en coche y en ambas direcciones, llegando o saliendo de Sitges. A mí me gusta más hacerlo en un deportivo pequeño o en descapotable en primavera y otoño. Perfecto recorrido para hacer en un Mazda MX5, un BMW Z4, un Audi TT, un Mini Cabrio o un Porsche Boxter. Otra opción sería un estupendo producto local, un Cupra, la marca deportiva de Seat.

Cuando hacemos el recorrido en dirección norte bordeamos el acantilado con el mar al fondo. Hay también algunas pequeñas y escondidas calas a las que se accede por carreteras aún más estrechas, como la del pueblo de Garraf o la de Vallcarca. Hacia Sitges, para ir a comer hay una mayor sensación de seguridad porque estamos separados del acantilado por el otro carril.

Hacer las curvas del Garraf exige mucha atención al volante porque, además de los ciclistas, podemos encontrar algún camión que viene o va a la cementera de Portland Valderribas que hay en Vallcarca. Las curvas cerradas obligan a un buen juego de manos sobre el volante y de pies con el embrague y el freno. Los frenos suelen estar calientes cuando llegamos a Sitges.

Atractivos turísticos

Esta pequeña y atractiva localidad fue pionera del turismo en Cataluña y en Europa. Los veraneantes llegaron atraídos por sus playas, sus elegantes edificios y, el ambiente cosmopolita y bohemio que promovió a finales del siglo XIX el pintor modernista Santiago Rusiñol. En 1967 Ricardo Urgell resucitó ese ambiente con la apertura de la primera discoteca Pachá del mundo, un año antes que la de Ibiza.

Sitges ha sabido conservar casi intacta, desde hace más de un siglo, su esencia arquitectónica. A la riqueza que aportó su actividad comercial se sumó la que traían los sitgetanos que emigraron a Cuba y Puerto Rico en los siglos XVIII y XIX. Estos ‘indianos’ construyeron imponentes casas inspiradas en el espíritu modernista. Hoy se pueden visitar las 88 que han sobrevivido y que están perfectamente catalogadas.

Los mejores restaurantes

Pero si Sitges merece una visita es para comer. Tiene una estupenda oferta de restaurantes sobre el paseo marítimo con terrazas que miran al mar como Maricel , Fragata o Pic Nic, que ocupa un antiguo ‘chiringuito’. La gastronomía local se basa en los productos del mar: pescados, arroces marineros (hay incluso un ‘arroz a la sitgetana’), fideuás o el suquet (un guiso caldoso que tiene como base pescados y mariscos de roca), pero dejan hueco a una especialidad, el xató, una ensalada de escarola con anchoas y salsa Romesco. Y para beber los estupendos caldos del vecino Penedés o el dulce Malvasía local.

Sitges tiene un pasado, y un presente, muy vinculado al automóvil. Cada año se recupera en el Rally Internacional de Coches de Época que se celebra en marzo cada año. En 2020, la 62 edición, tenía que haberse celebrado el fin de semana del 21 al 23 pero fue aplazado a la espera de una nueva fecha.

Sitges, pionera del automóvil

Entre Sitges y Vilanova i la Geltrú, hacia el sur, se conservan los restos del Autódromo Nacional de Sitges Terramar, un óvalo que levantaron en 1923 Federico (‘Frick’) Armangué y Juan Mestres. Fue uno de los primeros circuitos de velocidad de Europa, tras el de Brooklands (Inglaterra) o el de MRaonza (Italia). Tuvo una corta vida, se abandonó dos años más tarde, y sólo se recuperó en los años 50 del siglo XX para hacer algunas pruebas de motociclismo. Hoy subir el óvalo caminando es tan difícil como entonces.

Sitges incluso albergó, en 1935, una fábrica de automóviles con el nombre de la localidad que desapareció en 1936. La localidad es mundialmente más conocida ahora por su Festival Internacional de Cine Fantástico, que se celebra en octubre.