El Grupo Volkswagen sigue sufriendo los estragos de la coyuntura adversa, que provocó que registrara unas pérdidas operativas de 1.300 millones de euros en el tercer trimestre. La multinacional cerró los nueve primeros meses de 2025 con un beneficio neto de 3.523 millones de euros, un 53 % menos que un año antes, víctima de una tormenta que combina la guerra comercial, el reajuste de estrategia de Porsche y compensaciones por el dieselgate.
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El grupo mantiene su facturación prácticamente estable, con 238.669 millones de euros (+0,6 %), gracias a un leve aumento de las ventas (+1,8 %, hasta 6,58 millones de vehículos). Pero su rentabilidad se ha desplomado: el beneficio operativo cayó un 57,8 %, hasta 5.408 millones, dejando el margen operativo en un exiguo 2,3 %, menos de la mitad del año anterior.
El peaje de Trump
Buena parte del frenazo tiene nombre y apellido: Donald Trump. El presidente estadounidense, en su regreso a la Casa Blanca, ha aplicado una nueva oleada de aranceles que está golpeando de lleno a los fabricantes europeos. Volkswagen calcula que las tarifas a las importaciones de vehículos y componentes europeos hacia Estados Unidos le han supuesto un coste adicional de 2.800 millones de euros, mientras que los gravámenes a sus modelos fabricados en México, donde la compañía produce SUV para el mercado norteamericano, también han aumentado desde abril.
El director financiero del grupo, Arno Antlitz, lo resumió sin rodeos: “Hemos asumido cargas extraordinarias de 7.500 millones de euros entre los aranceles de Estados Unidos y el cambio estratégico en Porsche. Sin estos efectos, nuestra rentabilidad operativa se situaría en torno al 5,4 %, una cifra respetable en el contexto actual”.
El lastre de Porsche
La otra mitad del problema está en Zuffenhausen. La división de deportivos de lujo Porsche AG ha decidido retrasar su transición eléctrica y mantener motores de combustión e híbridos enchufables más allá de lo previsto, para proteger su imagen y sus márgenes. El ajuste ha supuesto un coste contable de 4.700 millones de euros por amortizaciones, replanificación de proyectos y provisiones, lo que ha reducido drásticamente el beneficio de la marca.
La decisión llega en un contexto de demanda más débil de vehículos eléctricos premium y presión regulatoria en Europa, donde los objetivos de emisiones se están endureciendo.
El impacto en las cuentas del grupo ha sido inmediato: Porsche, tradicionalmente responsable de buena parte de los beneficios de Volkswagen, ha perdido brillo, y sus costes de adaptación han contagiado a toda la corporación.
La tormenta perfecta: costes, chips y alta gama en caída
Volkswagen también ha reconocido que la caída de ventas de sus marcas de gama alta, junto al encarecimiento de materiales y el impacto del tipo de cambio, ha reducido sus márgenes en casi todos los segmentos. En paralelo, la compañía busca nuevos proveedores de semiconductores, tras los problemas de suministro de Nexperia, una señal de que la crisis de los chips sigue afectando a la industria automovilística europea.
Pese a todo, la alemana mantiene una posición de liquidez sólida, con 30.000 millones de euros de caja neta en su división automovilística. Sin embargo, el grupo advierte que no espera generar flujo de caja libre positivo este año, debido al peso de las inversiones y las reestructuraciones.
Volkswagen prevé mantener sus ventas en 2025 al nivel de 2024 y alcanzar una rentabilidad operativa modesta, entre el 2 % y el 3 %, dependiendo —subraya— de la disponibilidad de semiconductores. El mensaje oficial es de prudencia, pero también de contención: consolidar lo que ya funciona y sobrevivir al choque arancelario sin perder el rumbo hacia la electrificación y la inteligencia artificial, dos pilares del futuro plan industrial.