Elon Musk sigue ofreciendo promesas y proyectos revolucionarios para la humanidad, especialmente cuando las cosas en Tesla van mal. Esta vez, tras la publicación de los resultados del tercer trimestre de 2025, que muestran un nuevo desplome de las ganancias de Tesla, Elon Musk jugó la carta de Optimus, el robot humanoide que, según el magnate, «acabará con la pobreza» y «garantizará la mejor sanidad para todos».
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Pero detrás de la retórica futurista, los números cuentan otra historia. Tesla registró un beneficio neto de 1.373 millones de dólares, un 37 % menos que en el mismo periodo de 2024. El descenso, según el propio informe de la compañía, se debe al aumento de los gastos operativos y a la caída de los ingresos por créditos regulatorios. Paradójicamente, los ingresos totales crecieron un 12 %, hasta alcanzar los 28.095 millones de dólares, gracias a un nuevo récord de entregas de vehículos eléctricos y de despliegue de almacenamiento de energía.
Los inversores de bolsa reaccionaron con cierta desconfianza al vender acciones y propiciar una caída de la valoración, que comenzó en el 4% y se fue moderando, aunque sin dar un golpe duro dejando terreno para los que creen en las nuevas promesas de Elon Musk.
Promesas y la realidad de Tesla
El contraste entre las cifras y el discurso no pasó desapercibido. Mientras los analistas financieros insistían en las causas del retroceso de los beneficios, Musk prefería hablar de un «punto de inflexión» en la incorporación de la inteligencia artificial en el mundo real. Tesla, afirmó, es «el líder» en ese campo y su nueva misión es alcanzar una “abundancia sostenible”, una suerte de utopía tecnológica con Optimus y la conducción autónoma como pilares.
«Creemos que con Optimus y la conducción autónoma se puede crear un mundo sin pobreza, donde todos tengan acceso a la mejor sanidad. Optimus será un increíble cirujano, por ejemplo», explicó Musk, sin precisar cómo exactamente el robot eliminaría la pobreza global.
El empresario adelantó que la versión V3 de Optimus podría presentarse en el primer trimestre de 2026, y prometió que «no parecerá un robot», sino «una persona en el traje de un robot». Una visión que, como tantas otras de Musk, oscila entre la genialidad y la exageración.
Musk no quiere dinero, sino más control
Sin embargo, la narrativa del futuro no logra ocultar las dificultades del presente. Tesla enfrenta una demanda colectiva de accionistas que acusan a la compañía de fraude por supuestamente falsear datos sobre sus sistemas de conducción autónoma y los prometidos robotaxis. Musk reconoció que los vehículos autónomos de Tesla todavía operan con supervisión humana y que pasarán meses antes de alcanzar el nivel de autonomía total, algo que lleva prometiendo desde 2018.
Y mientras las acciones de Tesla fluctúan al ritmo de sus declaraciones, Musk no pierde de vista su propio interés en el poder. Durante la misma conferencia, pidió a los accionistas aprobar un paquete de compensación valorado en un billón de dólares, asegurando que no lo mueve el dinero, sino la necesidad de conservar el control sobre la compañía —y sobre su futuro ejército robótico. «Si construimos el ejército robótico, ¿tendré al menos una fuerte influencia sobre ese ejército de robots?», bromeó —o no tanto— el magnate.