La industria de automoción alemana ha instado a la Unión Europea a retirar los aranceles compensatorios impuestos a los vehículos eléctricos fabricados en China coincidiendo con la reciente cumbre celebrada en Pekín. La reclamación de los fabricantes alemanes se debe a que entre los modelos afectados por los aranceles de la UE a China hay varios coches de marcas europeas, como el Cupra Tavascan, un SUV eléctrico de la marca española del Grupo Volkswagen que se ensambla en una planta china y se exporta a Europa.
La presidenta de la Asociación Alemana de la Industria del Automóvil (VDA), Hildegard Müller, ha advertido que estos aranceles “son una herramienta inadecuada” que no contribuye a fortalecer la competitividad del sector europeo. En su opinión, la solución debe ser negociada con China cuanto antes, ya que los fabricantes europeos dependen de relaciones estables para garantizar el suministro de materias primas críticas y mantener la producción sin interrupciones.
“Las empresas necesitan seguridad en la planificación para garantizar cadenas de suministro estables y una producción fluida”, afirmó Müller, subrayando la importancia de aprobar con mayor rapidez las exportaciones chinas de tierras raras e imanes permanentes.
Un vehículo en el centro de la disputa
El Cupra Tavascan, uno de los modelos clave en la ofensiva eléctrica de la marca española, se ha convertido en un símbolo del dilema que enfrenta Europa: cómo avanzar en la electrificación sin renunciar a las ventajas de una cadena de valor globalizada. El modelo se fabrica en la provincia china de Anhui, desde donde se exporta a Europa. El resultado es que el sobrecoste aplicado sobre el Tavascan ha impactado en los resultados de Seat, que ha reducido su beneficio en un 90%.
Desde la VDA, se insiste en que la cooperación entre la UE y China ha sido históricamente beneficiosa, especialmente para Alemania. Müller recordó que estas relaciones han generado crecimiento y valor añadido durante las últimas décadas, y pidió “encontrar soluciones constructivas lo antes posible”.
Para Volkswagen y otros fabricantes, los aranceles no solo suponen un obstáculo comercial, sino que también amenazan el equilibrio de una estrategia de electrificación basada en la producción internacional. El caso del Tavascan pone en evidencia la complejidad de esa red y el riesgo de que decisiones políticas desestabilicen un sector clave para la economía europea.
Los aranceles impuestos por la Comisión Europea en respuesta a lo que considera subsidios excesivos del Gobierno chino a su industria de vehículos eléctricos han tensado aún más las relaciones bilaterales. El déficit comercial de la UE con China alcanzó los 305.800 millones de euros en 2024, según datos oficiales.
Una cumbre marcada por la tensión
El debate sobre estos aranceles fue uno de los puntos principales en la reciente cumbre UE-China celebrada en Beijing, que marcó los 50 años de relaciones diplomáticas entre ambas partes. Sin embargo, el encuentro estuvo lejos de ser conmemorativo: las expectativas eran bajas y la agenda se redujo abruptamente a solo un día a petición del Gobierno chino.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró tras la reunión que la relación con China ha llegado a un “claro punto de inflexión” y expresó “preocupaciones francas y abiertas” sobre cuestiones comerciales, de inversión y geopolíticas. “Nuestra relación con China es importante, pero se sostiene por sí misma. Es independiente de nuestras relaciones con otros actores”, declaró von der Leyen, quien aseguró que la prioridad sigue siendo una solución negociada, aunque “todos los instrumentos están sobre la mesa”.
Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping, pidió a la UE que mantenga el mercado abierto y evite el uso de “herramientas restrictivas”. Según la agencia oficial Xinhua, Xi afirmó que “los desafíos que enfrenta Europa no provienen de China” e instó a “gestionar adecuadamente las diferencias y fricciones”.