Estados Unidos y China han alcanzado un acuerdo preliminar de alto impacto que supone enfriar la guerra comercial y alivia la creciente crisis mundial de los minerales estratégicos, especialmente las tierras raras, esenciales para la industria tecnológica y de automoción.
“Nuestro acuerdo con China está terminado, sujeto a la aprobación final del presidente Xi y mía. Los imanes completos, y cualquier mineral de tierras raras necesario, serán suministrados por China”, anunció el presidente estadounidense Donald Trump en su red Truth Social.
El pacto contempla un marco de colaboración comercial que reduce los aranceles bilaterales: Estados Unidos aplicará un 55 % sobre productos chinos —por debajo del 145 % actual—, mientras que China mantendrá un 10 % sobre importaciones estadounidenses, tras rebajarlo desde el 125 %.
Ambas potencias cierran así una etapa marcada por acusaciones cruzadas, restricciones tecnológicas y presiones diplomáticas. La clave: garantizar el suministro de tierras raras a Estados Unidos y reducir las barreras a las exportaciones tecnológicas hacia China.
Tierras raras, el punto de inflexión
El acceso a minerales estratégicos como el neodimio, el praseodimio o el disprosio —usados en imanes permanentes de motores eléctricos, semiconductores y turbinas eólicas— ha sido uno de los grandes escollos. La decisión de Pekín de endurecer sus exportaciones generó cierres de fábricas en Europa y Japón, así como tensiones con la industria automotriz y tecnológica global.
Con este acuerdo, China se compromete a suministrar estos materiales críticos a Estados Unidos bajo un marco regulatorio más previsible, mientras que Washington se compromete a levantar algunas restricciones a las exportaciones de tecnología hacia el país asiático. “Esperamos absolutamente resolver el problema de las licencias de exportación de tierras raras”, dijo Howard Lutnick, secretario de Comercio de EEUU, tras las negociaciones mantenidas en Londres.
Diálogo directo entre Trump y Xi
El acuerdo se fraguó tras una conversación telefónica “muy positiva” entre Donald Trump y Xi Jinping el pasado 5 de junio. Posteriormente, delegaciones de alto nivel se reunieron en Londres para cerrar los detalles, en un contexto de creciente presión por parte de las industrias afectadas.
“Ambas partes han mantenido intercambios profesionales, profundos y francos”, aseguró el viceministro de Comercio de China, Li Chenggang, quien destacó que el nuevo marco “fortalecerá la confianza y estabilizará las relaciones bilaterales”. En palabras del secretario estadounidense Lutnick, el nuevo acuerdo “es realmente beneficioso para ambos países” y permitirá “fortalecer el comercio para reducir el déficit comercial de forma positiva”.
Paz tras la escalada
El nuevo marco comercial sustituye al pacto de Ginebra de mayo, que preveía una tregua arancelaria de 90 días. Desde entonces, ambas economías habían vuelto a tensarse con nuevos controles, en especial en sectores clave como la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos y los semiconductores. Ahora, con este principio de acuerdo, se abre una nueva fase que podría evitar una crisis global como la de los microchips en 2021, según analistas.
Más allá del efecto inmediato sobre las tierras raras, el acuerdo entre Washington y Pekín marca un giro estratégico que puede influir en el conjunto del comercio global. Tanto China como Estados Unidos deben ahora ratificar el acuerdo a nivel presidencial para comenzar su implementación, algo que se espera en las próximas semanas. Si se confirma, el pacto permitirá a ambos países avanzar hacia una relación más estable, en plena era de transición energética, digitalización industrial y nuevas rivalidades tecnológicas.