Tesla atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente. El fabricante de vehículos eléctricos cerró el segundo trimestre del año con una caída del 16 % en su beneficio neto, que se situó en 1.172 millones de dólares, lastrado por un retroceso similar en sus ingresos del sector automovilístico, que se desplomaron un 16 % hasta los 16.661 millones de dólares. Es el segundo trimestre consecutivo de cifras a la baja, agravado con los primeros efectos negativos de los aranceles que aplica el Gobierno de Donald Trump que apoyó hasta hace poco Elon Musk, el CEO de Tesla.
La compañía de Elon Musk, que ya había visto su beneficio neto hundirse un 71 % en el primer trimestre, continúa perdiendo fuelle mientras sus ventas bajaron un 13 % con 384.122 vehículos entregados de abril a junio, aunque su producción (410.244 unidades) superó las expectativas. El margen bruto, uno de sus grandes baluartes en ejercicios anteriores, se situó en un 15,1 % frente al re´cord superior al 20%, reflejo de la presión en precios y costes que la empresa soporta en todos sus mercados.
Los aranceles de Trump: 300 millones de impacto
Una de las principales piedras en el zapato de Tesla en este trimestre han sido los aranceles impulsados por la Administración Trump, que le costaron 300 millones de dólares solo entre abril y junio. Dos tercios de este impacto se concentran en el negocio automovilístico, mientras el resto afecta a la división energética, un área que Musk considera clave para el futuro de Tesla pero que también enfrenta “vientos en contra” por el proteccionismo estadounidense.
El director financiero de la compañía, Vaibhav Taneja, reconoció que el coste de los aranceles “aumentará a corto plazo” y afectará con mayor intensidad en los próximos trimestres, pese a los esfuerzos de la empresa por mitigar su impacto. La situación se complica aún más tras la aprobación en junio del megaproyecto fiscal de Trump, que eliminará la deducción de 7.500 dólares para la compra de vehículos eléctricos y podría limitar el suministro de Tesla en Estados Unidos. De hecho, la firma ya advierte de que no puede garantizar la entrega de vehículos pedidos a partir de agosto.
Crisis de imagen y competencia al alza
Tesla sufre además un deterioro de su reputación. Las protestas y boicots en Norteamérica y Europa se han intensificado en 2025, motivados tanto por el pasado político de Musk –hasta mayo lideraba el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) en EE.UU.– como por sus controvertidas declaraciones de apoyo a grupos de extrema derecha, especialmente en Europa, lo que ha erosionado su imagen pública y dañado su relación con segmentos clave de consumidores.
A ello se suma un mercado cada vez más competitivo. La guerra de precios en China sigue recortando los márgenes de Tesla en su mayor mercado exterior, mientras en EE.UU. y Europa su gama acusa la falta de un modelo realmente asequible, una promesa incumplida por Musk desde hace años. Sin un coche eléctrico de entrada que rivalice en precio con los nuevos compactos chinos o europeos, Tesla pierde tracción en la batalla por volumen, pese a los intentos de reforzar su línea de robotaxis o sus planes de inteligencia artificial.
Inversiones estratégicas frente a la incertidumbre
En su presentación de resultados, Tesla destacó que este segundo trimestre marca el inicio de su “transición hacia un liderazgo en inteligencia artificial, robótica y servicios relacionados”, más allá de su histórico dominio en el mercado de vehículos eléctricos. Sus gastos operativos se redujeron ligeramente (-1 %) hasta los 2.955 millones de dólares, pero la firma mantiene inversiones de alto valor en I+D y capital en un contexto que califica de “entorno macroeconómico impredecible”.
Los mercados recibieron la noticia con recelo: las acciones de Tesla cayeron un 3,8 % tras la publicación de resultados, confirmando la preocupación de los inversores por la desaceleración de ventas y márgenes en un año clave para el futuro industrial y financiero de la compañía.