La dependienta de una gasolinera de una localidad cercana a Amsterdam quedó sorprendida este verano al conocer el precio del carburante en España. El litro de gasóleo ya está a 1,45 euros. "¿De verdad? Eso es solo unos céntimos menos que en Holanda". Estaba perfectamente al corriente del subidón que supone ese precio para un país como España, que hasta hace poco era uno de los más baratos a la hora de repostar. Su experiencia veraneando en la Costa del Sol le permitió conocer también lo cara que pagaban la gasolina más allá de los Pirineos.
Pero España ha dejado de ser un paraíso de los carburantes para equipararse prácticamente con otros países que antes solo veíamos como algo lejano. Pues ya solo nos separan unos céntimos en el caso del gasóleo y algo más, unos 10 o 15 céntimos en el caso de la gasolina sin plomo de 95 octanos. En plena crisis, ya somos europeos en el depósito de carburante.
Pero los 80 o 90 euros que puede costar repostar no son lo mismo para un español que para un alemán o un holandés. Para nosotros, supone un esfuerzo económico mucho mayor debido a nuestros sueldos más bajos de media que han sufrido recortes generales por la crisis o bien se han esfumado por efecto del desempleo.
¿Quién gana con nuestra equiparación energética? Básicamente, dos colectivos. Las petroleras y las administraciones. Nuestra entrada en Europa en los precios de la gasolina ha sido solo parcial puesto que en España no se da la fuerte competencia de otros países europeos. La gasolinera holandesa antes mencionada competía con otras que vendían el litro de carburante con diferencias sustanciales de unos cinco céntimos o más, algo muy difícil de ver aquí. Lo mismo sucede en las autopistas de Francia, donde la competencia entre gasolinera es mucho más visible en los carteles informativos mejor diseñados y más eficientes que los paneles ilegibles de España.
El agosto de las petroleras y las administraciones
Aquí las grandes petroleras (Repsol, Cepsa...) ya han sido amonestadas por el Tribunal de Defensa de la Competencia por sus prácticas oligopolísticas que reducen sustancialmente la capacidad de que el consumidor escoja. Solo algunas gasolineras independientes o de compañías minoritarias más agresivas rompen esa uniformidad del mercado. En un intento por congraciarse con los consumidores, Repsol ha anunciado que asume la mitad de la subida del IVA que se aplica en septiembre, con lo que el incremento medio será de 1,90 céntimos en lugar de 3,80 por litro.
Por otra parte, los que también medran en la gasolina son las comunidades autónomas y el Gobierno central, que en plena crisis han disparado la carga fiscal que soporta cada litro de gasolina por la proliferación de los céntimos sanitarios y la subida del IVA. Se aprovechan de que el consumo de carburante es de los más inelásticos de todos, es decir, que una gran parte de los usuarios siguen gastando lo mismo por necesidad o porque pueden afrontarlo. El resto opta por el transporte público o por limitar el gasto en gasolina, un fenómeno detectado por los taxistas más observadores que aprecian un descenso del tráfico en la segunda mitad del mes, "cuando se acaba el presupuesto destinado al coche". El único consuelo es que siempre nos quedará Andorra, donde el litro es unos 20 céntimos más barato que en España.
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