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Prueba de coche autónomo de Mapfre / RAÚL SANCHIDRIÁN / EFE

Prueba de coche autónomo de Mapfre / RAÚL SANCHIDRIÁN / EFE

El coche autónomo frena su carrera. Por Sergio Piccione

Los vaticinios de las marcas no se han cumplido: el año 2022 ha traído de todo menos vehículos 100% autónomos

Sergio Piccione

15.12.2022 12:00h

5 min

Hace poco más de cuatro años, desde las marcas nos aseguraban que en 2022 estarían entregando coches con una autonomía mínima de Nivel 4. Incluso alguna marca ‘premium’ se atrevía a asegurar que estarían en condiciones de ofrecer modelos con el Nivel 5, es decir, completamente autónomos. Pero nada de eso ha ocurrido cuando ya estamos a punto de concluir este año 2022 que ha traído de todo menos coche 100% autónomos.

Recordemos primero los seis niveles de autonomía que se pueden encontrar en un automóvil:

-Nivel 0: Ningún sistema automático de ayuda a la conducción.

-Nivel 1: Cuenta con algún sistema de ayuda a la conducción como sistemas de frenado ABS, etcétera.

-Nivel 2: Son coches que cuentan con una cierta capacidad de movimiento autónomo para prevenir o evitar accidentes. 

-Nivel 3: En los vehículos de esta categoría se alcanza un buen nivel de autonomía. Pueden frenar, acelerar, seguir el ritmo del tráfico, atender a la señalización, cambiar de carril, etcétera, pero todo esto condicionado a que el conductor esté atento, con las manos en el volante, y, en último término, actúe. 

-Nivel 4: En estos coches se alcanzaría casi la automatización total, pero sin la desaparición del puesto de conducción para que haya siempre la posibilidad de una intervención humana.

-Nivel 5: Autonomía 100%. Los vehículos carecerán de puesto de conducción. Los usuarios programarán sus destinos y se despreocuparán de todo lo demás.

No se puede negar que la tecnología existe y que sin darnos cuenta han aparecido en el mercado modelos con un contenido que le coloca en el Nivel 3 que deberían asegurar una sensible mejora de la llamada seguridad activa (la que evita accidentes) a la vez que permitiría una conducción más relajada. Pero los mensajes enviados por los departamentos de marketing de algunas marcas han confundido a los más crédulos usuarios de estos coches y se han dejado llevar por ellos. Algunos de ellos han pagado con su vida el haber sido tan incautos. 

El resultado es que se aprecia un frenazo en todo lo que se refiere a la tecnología del coche autónomo. Una tecnología que prácticamente existe pero que necesita todavía de importantes y muy costosos ajustes finos para poder acceder a los Niveles 4 y 5. La prueba es que Ford y Volkswagen deshacen su acuerdo de colaboración en este cambio hacen desaparecer Argo AI, la empresa mixta de la que eran máximos accionistas y que sólo en el último trimestre perdió 827 millones de dólares, prácticamente la misma cantidad en euros.

Freno en varias marcas

Por otro lado, Apple, que para muchos fanáticos de la tecnología era el paradigma del avance, de la clarividencia del futuro, frena el desarrollo de su coche que debía, de entrada, cumplir con las condiciones de un Nivel 5. De momento, y mientras sigue buscando un socio industrial que asegure la producción -fabricar un coche es algo más complicado que hacer un iPhone- ya ha anunciado que retrasa el lanzamiento de su coche a 2026 y que este será un coche (eléctrico) convencional, con puesto de conducción, volante y pedales. Y dejan para más adelante, sin adelantar ninguna fecha, su propuesta de modelo de Nivel 5. 

La epidemia se ha extendido y todos los fabricantes están optando por la prudencia. Waymo, de Alphabet, mantiene sus ‘robotaxis’ en Arizona, condicionando su funcionamiento a que haga buen tiempo. Lo mismo que Cruise, su compañía homóloga propiedad de General Motors, en San Francisco. Pero poco hay de novedades en este terreno a no ser que, desde ahora, los Tesla incorporarán también un radar para mejorar su capacidad de detección de obstáculos (una especie de reconocimiento de que su sistema AutoPilot no era completo).

Además, el coche autónomo, que tan bien recibido ha sido por los gobiernos del todo el mundo, plantea una serie de problemas cuya resolución no se busca. Necesita de una señalización, horizontal y vertical muy bien mantenida, con el coste que ello supone. Incluso en el caso de que así sea, la nieve o una simple lluvia puede mandar señalizaciones imperfectas a las cámaras de TV que deben ayudar a que el coche siga el camino deseado. Eso, sin contar que, por mucho tiempo, va a haber otros vehículos no autónomos y personas, en las vías o en su proximidad, con reacciones inesperadas. 

Ahí es donde debería intervenir la otra gran protagonista de este conjunto tecnológico: la Inteligencia Artificial (AI). Y todo parece indicar que cuanto más experiencia se tiene con ella, más numerosas son las limitaciones que se encuentran. Sobre todo, cuando se trata de reaccionar en situaciones difíciles e imprevistas.

Pasos pendientes

Todo esto no quiere decir que el coche autónomo sea un capítulo fallido en la historia del automóvil. Pero seguramente se han dejado de dar pasos que hubieran sido pertinentes en la primera fase del desarrollo. Como hubiera sido el potenciar la comunicación coche a coche (V2V), como ya se proponía en el proyecto europeo Prometheus, en la década de los 80, que podría haber sido de gran ayuda. Con coches comunicados la introducción de los autónomos entre los demás vehículos sería ahora más fácil. Además, esta comunicación permitiría el trabajo de los ‘mobility managers’, especie de controladores del tráfico, encargados de solucionar los problemas que por si mismo un vehículo autónomo no puede resolver. Como por ejemplo, un derrumbe que bloquea la carretera.

Hay quienes contemplan otra alternativa para acelerar la llegada de estos coches. Crear carreteras y, en las ciudades, carriles especiales para los autónomos que, entonces sí, podrían ser de Nivel 5.

Pero incluso asumiendo esta solución, todavía quedaría por resolver el dilema de quien es el responsable en caso de accidente con un coche autónomo.  

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