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Atrapado en el infierno de tráfico de Barcelona

Vivimos en primera persona el gran atasco causado por las restricciones aplicadas por Ada Colau y Pere Aragonès

El Portal de l'Àngel, abarrotado

El Portal de l'Àngel, abarrotado

Toni Fuentes

08.12.2020 10:22h

3 min

Es lunes, día 7 de diciembre, y decido aprovechar el día sin confinamiento municipal para ir en coche a Barcelona a hacer unas compras. Unos kilómetros antes de llegar al acceso de Glòries me encuentro con un inusual atasco. “Hay una demora de 14 minutos debido al tráfico”, alerta la voz desconocida de Waze. Fue el primer indicio de que me dirigía directamente al infierno de tráfico en que se convirtió el centro de Barcelona en el puente de la Constitución debido al efecto boomerang de las medidas de Ada Colau y Pere Aragonès.

En la Gran Via de Barcelona aguanto estoicamente el acelerar y frenar de la caravana mientras veo cómo decenas de listillos me adelantan por el carril bus vacío. Es lo normal hoy en día. Después de escuchar un álbum musical entero, logro entrar en la ciudad aunque todavía no aprecio la dimensión de la ratonera que me han preparado con las medidas de restricción del tráfico de Ada Colau y las medidas contra el coronavirus de Pere Aragonès. Me dirijo a la zona alta de Barcelona, donde hay mucho tráfico pero todavía es posible circular.

Era solo un espejismo porque al intentar bajar hacia el centro de Barcelona empiezo a ver la dimensión del problema. Cada cruce es un calvario con autobuses articulados y otros vehículos que bloquean el paso y obligan a buscar algún hueco por el que colarse. Así una y otra vez y a cada cruce peor porque me acerco al meollo comercial durante el puente de la Constitución. 

La Guardia Urbana, ausente

Durante el trayecto no encuentro ninguna patrulla de la Guardia Urbana ni ningún agente que intente poner orden en el caos. Aparecieron más tarde, cuando la situación era inaguantable y peligrosa ya. Era el tráfico en estado salvaje y el sálvese quien pueda. Como en los mejores tiempos consumistas anteriores a la pandemia. Al parecer, miles de ciudadanos de toda Cataluña tuvieron la misma idea que yo y nos encontramos atrapados en un infierno.

Era el primer día del puente en que se podía salir del municipio en el que vives debido a las restricciones que mantiene la Generalitat los fines de semana para frenar a los afortunados que tienen segunda o tercera residencia. Pero también fue el primer día en que se puso a prueba de verdad el urbanismo táctico del Ayuntamiento de Barcelona, que consiste en cortar calles y dejar otras intransitables con un solo carril, como la de Consell de Cent, cuyo inmovilismo bloqueaba todos los cruces a su paso.

Sin centros comerciales

En las calles, miles de personas se agolpa en las aceras, algunos caminando y otros haciendo cola para entrar a tiendas con el aforo reducido y que se han convertido en el último reducto consumista ante el cierre de los centros comerciales. Mientras que grandes centros como los de la Maquinista, Glòries, Diagonal Mar seguían prácticamente en cuarentena, otros como el Corte Inglés o Ikea siguen haciendo el agosto al librarse del cerrojazo decretado por el Govern. 

Mi intento por sumarme al consumismo y así ayudar a la recuperación económica se vio frustrado. No sirvió de nada llevar un coche con etiqueta Cero, porque la trampa de Colau y Aragonpes nos atrapó a todos. Me harté del tapón y de los aparcamientos completos y opté por dar media vuelta. Lo siento por los comerciantes del centro de Barcelona. Habrá que esperar a otro día o recurrir al comercio electrónico.

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