Europa acaba de salvar o perder, según se mire, uno de sus símbolos más ambiciosos en la carrera por la soberanía tecnológica y energética. La compañía emergente estadounidense Lyten, especializada en fabricar baterías de litio-azufre, ha cerrado un acuerdo vinculante para adquirir los activos restantes de Northvolt en Suecia y Alemania. Con esta operación, el sueño de una campeona europea de las baterías da un paso definitivo hacia la órbita empresarial de Estados Unidos, aunque con conexiones europeas en sus inversores, con una operación que evita su desaparición tras haber declarado la quiebra.
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La compra incluye el complejo Northvolt Ett y su expansión en Skellefteå, Northvolt Labs en Västerås y el proyecto Northvolt Drei en Heide, Alemania, además de toda la propiedad intelectual restante. En términos prácticos, Lyten absorbe no solo las instalaciones, sino también el talento sueco y alemán que había convertido a Northvolt en un referente de la transición energética en el continente.
Los activos adquiridos fueron valorados previamente en aproximadamente 5.000 millones de dólares (4.300 millones de euros) e incluyen 16 GWh de capacidad de producción de baterías operativas y más de 15 GWh en construcción.
“Este es un momento decisivo para Lyten”, afirmó Dan Cook, director ejecutivo y cofundador de la compañía, subrayando que la misión es liderar el suministro de baterías limpias y de fabricación local tanto en Norteamérica como en Europa.
La operación llega tras un largo y complejo proceso de quiebra en el que el riesgo de cierre total era muy real, como reconoció Mikael Kubu, síndico de Northvolt. La intervención de Lyten, respaldada por el gobierno sueco, ha permitido salvar instalaciones y empleos, aunque bajo una nueva bandera.
Inversores de EEUU y de la UE
La entrada de Lyten en el mapa industrial europeo no es improvisada. Desde noviembre de 2024, la compañía ha ido absorbiendo activos estratégicos de Northvolt a ambos lados del Atlántico: primero en California, luego en Polonia, después en la cartera de productos BESS y ahora en los centros neurálgicos suecos y alemanes.
Este desembarco se apoya en una fuerte inyección de capital: más de 625 millones de dólares acumulados, con aportaciones de gigantes como Stellantis, FedEx y Honeywell. Entre sus inversores también se encuentran el Fondo Europeo de Inversiones, que forma parte del Banco Europeo de Inversiones, así como el fondo soberano de Luxemburgo.
El objetivo declarado es claro: rearmar la cadena de suministro de baterías en Occidente sin depender de gigantes de China como CATL y BYD, un discurso que gana fuerza en el contexto geopolítico actual.
De emblema europeo a activo global
Para la viceprimera ministra sueca, Ebba Busch, el acuerdo es “un triunfo para Suecia” porque garantiza la continuidad industrial y reposiciona al país como actor clave en la independencia energética europea. Pero la pregunta de fondo persiste: ¿puede Europa celebrar como victoria la venta de su principal promesa tecnológica a una empresa estadounidense?
La adquisición no solo es industrial; es simbólica. Northvolt nació para ser el escudo europeo frente al dominio asiático en baterías. Hoy, ese escudo cambia de manos, y aunque Lyten prometa inversión y expansión, la decisión estratégica sobre la producción y la tecnología se tomará al otro lado del Atlántico.
El nuevo tablero energético
Lyten no oculta sus ambiciones: reactivar de inmediato las plantas suecas y polacas, avanzar en la fábrica alemana y consolidar un suministro capaz de atender desde el sector de defensa y drones hasta los centros de datos de inteligencia artificial. El movimiento deja a Europa en una posición ambivalente: gana capacidad productiva a corto plazo, pero pierde control sobre un activo estratégico a largo plazo.
En la guerra global por la energía del futuro, la historia de Northvolt pasará a ser un caso de estudio: cómo una empresa concebida como símbolo de autonomía industrial europea terminó como pieza de una ofensiva estadounidense que, paso a paso, reconfigura el mapa de la transición energética.