Las tierras raras, ese conjunto de 17 minerales con nombres casi impronunciables —neodimio, disprosio, terbio, praseodimio—, han pasado de ser una nota técnica en los informes de materiales a convertirse en una variable estratégica en la industria del automóvil. En la era del vehículo eléctrico y cometcado, sin las tierras raras no arranca un motor, no gira la dirección asistida ni se activa el sistema de frenado regenerativo, por ejemplo.
La dependencia estructural de Europa de estos materiales —controlados en más de un 90 % por China— ha vuelto al centro del debate tras el nuevo pulso comercial entre Pekín y Washington, reabierto por Donald Trump con la amenaza de elevar al 100 % los aranceles a las exportaciones chinas y los controles a la exportación de tierras raras por parte de Pekín. Un movimiento que amenaza directamente a la cadena de suministro de imanes permanentes, los componentes invisibles que hacen girar la electromovilidad.
Europa, vulnerable por diseño
La asociación europea de proveedores de automoción (CLEPA) ha lanzado un aviso severo a Bruselas: la producción de autopartes en la UE está “en riesgo estructural” si no se actúa de forma coordinada. En su nuevo documento de posición, Breaking Dependency, la patronal urge a la Comisión Europea a adoptar una estrategia coherente y con visión de futuro que aborde todas las dependencias —directas e indirectas— en la cadena de valor de las materias primas críticas..
“El almacenamiento de tierras raras es prácticamente imposible, lo que implica un riesgo constante de paradas en las fábricas europeas”, advierte el secretario general de CLEPA, Benjamin Krieger. No se trata solo de un cuello de botella logístico, sino de una amenaza sistémica: sin un suministro estable de imanes permanentes, la transición verde y digital de Europa se tambalea.
Un vehículo eléctrico contiene de media más de 200 kilos de minerales críticos, y los motores basados en imanes permanentes —que dependen de tierras raras— siguen siendo la tecnología más eficiente disponible. Pero la UE depende casi totalmente de proveedores externos, y China concentra la refinación y procesado de estos materiales.
Un plan industrial, no solo ambiental
CLEPA reclama que la seguridad de las materias primas sea tratada como una prioridad estratégica al mismo nivel que la defensa o la energía. El documento propone seis líneas de acción:
- Crear un entorno competitivo para proyectos europeos de extracción, procesado y reciclaje.
- Prevenir interrupciones inmediatas del suministro negociando licencias o acuerdos sectoriales.
- Desarrollar una estrategia europea a largo plazo para los imanes permanentes.
- Fomentar alianzas comerciales y estratégicas con países afines.
- Impulsar la circularidad, incluyendo un gran programa de reciclaje industrial de tierras raras.
- Reducir las dependencias indirectas en componentes ya fabricados en Asia.
“Europa necesita ir más allá de la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA)”, señala el informe, subrayando la urgencia de coordinar innovación, comercio y reciclaje para mantener la competitividad industrial.
Trump, China y la nueva geopolítica del motor
El llamado de CLEPA llega justo cuando el comercio global de minerales entra en una fase de tensión extrema. China ha anunciado nuevas tasas portuarias a buques con participación estadounidense, mientras Trump responde con controles de exportación sobre software crítico y aranceles del 100 % a los productos chinos. En este tablero, las tierras raras son el as bajo la manga de Pekín: sin su flujo, la cadena de valor eléctrica occidental se paraliza.
Analistas marítimos estiman que las restricciones chinas podrían afectar a más del 10 % de la flota mundial de transporte de crudo y gas, extendiendo la crisis logística a otros sectores industriales. Y aunque el impacto en automoción es menos inmediato, la incertidumbre se traslada a los proveedores de componentes electromecánicos, ya tensados por el aumento de costes y la escasez de material.
De la autonomía a la urgencia
Bruselas lleva años hablando de “autonomía estratégica abierta”, pero el documento de CLEPA deja claro que la autonomía, sin una política de choque, es retórica vacía. Europa carece aún de una estrategia industrial integral para materias primas críticas. Las asociaciones y programas de cooperación —como la Alianza Europea de Materias Primas— son insuficientes frente al dominio asiático en refinado y magnetismo.
“Europa no puede responder con políticas fragmentadas o reactivas”, advierte el documento. “Solo una estrategia cohesiva y competitiva garantizará la resiliencia industrial y el liderazgo tecnológico europeo”.
La paradoja verde
La transición hacia el coche eléctrico, que se promueve como símbolo de independencia energética y sostenibilidad, ha creado nuevas dependencias. De los combustibles fósiles hemos pasado a los minerales raros, controlados por un puñado de países. El riesgo, como subraya CLEPA, es que Europa pierda autonomía industrial justo cuando más la necesita.
Mientras la política se enreda en disputas comerciales y la industria aguanta la presión, la pregunta vuelve a resonar en los despachos de Bruselas y las fábricas del continente: ¿Quién controla realmente el futuro del coche eléctrico?