La semana deja claro que la movilidad eléctrica avanza pero con una brújula que a veces pierde el norte: se celebran hitos de recarga y pactos globales para garantizar minerales, pero con la paradoja de la apuesta por aumentar el tráfico aéreo pero recortar el de coches en Barcelona; se exige electrificar flotas y calles, pero se recortan inversiones industriales y se aplican aranceles que entorpecen la competencia.
En resumen: el coche eléctrico necesita infraestructuras, materias primas, política estable y un ecosistema industrial fuerte. Esta semana ha dado pasos hacia ello… mientras abre otros frentes que, de no corregirse, podrían volver a frenar el motor verde ante el cerco que se estrecha al coche privado, incluso al eléctrico, mientras se apuesta por multiplicar el número de aviones en circulación. Es un ejemplo del necesario ambiente político receptivo que reclama el sector del automóvil para que sus inversiones tengan visibilidad de futuro.
1. Barcelona quiere ser puerta al mundo, pero no tanto al barrio de al lado
La paradoja se hizo oficial esta semana: la ciudad planea recortar un 25 % los desplazamientos en coche en solo cinco años, mientras se gasta 3.200 millones de euros en ampliar el aeropuerto de El Prat para absorber 70 millones de pasajeros anuales. La consigna es clara: más aviones, menos coches. Es la nueva versión de la movilidad sostenible: que el CO₂ venga de las alturas.
El contraste no podría ser más crudo: mientras las políticas urbanas dibujan un futuro de calles peatonales y micromovilidad, la gran infraestructura del siglo XXI sigue alimentando la aviación de masas. El Govern de la Generalitat y Aena desempolvan así un proyecto congelado por disputas políticas, con el aval de Salvador Illa y el aplauso del tejido empresarial, aunque con críticas a la incongruencia por el cerco al coche privado. Entre tanto, el Ayuntamiento sigue adelante con su Plan de Movilidad Urbana (PMU) con la cruzada contra el coche. Un paso adelante para volar a Asia; un paso atrás para circular en coche por el área metropolitana.
2. Acuerdo China-EEUU: El imán que une y separa
La otra gran sacudida de la semana llegó de la geopolítica: Estados Unidos y China se dan una tregua comercial y aseguran el suministro de tierras raras, esos minerales críticos para fabricar motores eléctricos, baterías y turbinas. El pacto baja aranceles y enfría tensiones, pero sobre todo desactiva uno de los principales frenos para la electrificación mundial: el cuello de botella de materiales como el neodimio o el disprosio.
Este entendimiento Trump–Xi promete fluidez para la industria, aunque deja claro un mensaje incómodo: la transición verde sigue dependiendo de materias primas concentradas en Asia y gestionadas bajo criterios políticos, no siempre medioambientales. El impulso eléctrico necesita consenso… y minerales difíciles de extraer y procesar sin alto coste ambiental.
3. Proveedores: facturación estancada, inversión a la baja
El tercer capítulo de la semana lo escriben los proveedores españoles de automoción, que empiezan a sentir el reflujo de un mercado que cambia de reglas. Tras dos años de inflación desatada, ahora toca contención: facturación casi plana y un recorte del 12 % en inversión productiva y del 2 % en I+D. El motor de la cadena de suministro se enfría justo cuando más músculo hace falta para reinventarse.
El reto es de manual: menos dinero para adaptar fábricas a componentes de vehículos eléctricos y más incertidumbre por nuevos aranceles, sobre todo desde EE. UU. La paradoja es evidente: se exige al sector que avance hacia la electrificación, pero se le estrechan las fuentes de capital y mercados. Si el coche eléctrico despega, necesita que la industria de piezas no se quede en tierra.
4. Camiones eléctricos: la fusión japonesa que sacude el tablero
En Japón se fragua una alianza histórica: Mitsubishi Fuso (Daimler) y Hino Motors (Toyota) se fusionarán bajo un mismo holding para liderar el mercado de vehículos industriales y acelerar la descarbonización. Lo que en Europa costaría años de encaje de egos, en Japón es pragmatismo puro: compartir tecnología, costes y talento para que el camión eléctrico sea rentable y competitivo a escala global.
Fuso aporta su joya: el eCanter, el primer camión ligero eléctrico de producción masiva en Japón, ya rueda con fuerza en Europa. Hino aporta volumen, pese a la sombra del escándalo de emisiones. Juntos aspiran a ser referencia de camión limpio, mientras Occidente sigue discutiendo incentivos y peajes. Lección implícita: la cooperación industrial es la vía más corta para electrificar de verdad la logística.
5. Recarga: España, por fin a velocidad de crucero
La última pieza del puzle es un dato que invita al optimismo: España roza los 47.000 puntos de recarga pública, con un salto sobresaliente en cargadores rápidos y ultrarrápidos. En cifras: un 60 % más de puntos de entre 50 y 250 kW, y casi un 40 % más de más de 250 kW. Significa una cosa: recorrer el país en coche eléctrico empieza a ser viable no solo en trayectos urbanos, sino también en rutas de larga distancia.
La red se expande con lógica de servicio real: más potencia, más ubicaciones estratégicas y menos miedo a quedarse tirado en carretera. Es un avance estructural que, junto con la mejora de baterías, rompe una de las barreras mentales más potentes para muchos conductores: la “ansiedad de autonomía”.