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Rebelión en el 'low cost' europeo

Hace unos días, los trabajadores de la filial de Renault pararon la producción en la planta de Pitesti

Trabajadores de Dacia en Pitesti / DACIA

Trabajadores de Dacia en Pitesti / DACIA

Redacción Coche Global

25.03.2013 23:27h

2 min

El éxito de la fórmula del 'low cost' tiene algunos riesgos. No me refiero a posibles problemas de falta de seguridad, sino más bien a la esencia del negocio. Cuando los trabajadores que se dedican a las manufacturas exigen participar en el éxito, las empresas corren el riesgo de entrar en un terreno que es menos low cost. Eso es lo que le está pasando a la marca rumana Dacia.

Hace unos días, los trabajadores de la filial de Renault pararon la producción en la planta de Pitesti para expresar a la dirección de la compañía su petición de un incremento salarial sustancial, del orden del 18%-20%, tras el éxito cosechado en el último año y las buenas perspectivas de seguir mejorando las ventas en una Europa occidental golpeada por la crisis que cada vez más valora el ahorro a la hora de adquirir un vehículo.

Los empleados han vuelto ya al trabajo después paralizar la cadena de montaje durante casi dos días con un paro que la firma calificó de "ilegal" al no haber sido convocado con antelación. Finalmente, Dacia ha aceptado negociar ese incremento sustancial y olvidarse de un 4% de subida salarial que ya quisieran los trabajadores españoles.

Los operarios rumanos quieren un aumento de sueldo de unos 100 euros mensuales para pasar de 800 a unos 900. Renault alega, para moderar la subida que los empleados de Dacia se pueden considerar unos privilegiados puesto que su salario está bastante por encima de la media del país.

Sin embargo, el espejo de los rumanos, que cobran algo más de 12.000 euros anuales, es el de sus colegas de grupo franceses, que perciben una media de unos 50.000 euros al año.

El nuevo espejo de Tánger

Pero el grupo que dirige Carlos Ghosn acaba de poner otro espejo dirigido a su plantilla de Europa del Este. Se trata de la flamante planta marroquí de Tánger, en la que operarios cobran todavía menos que sus colegas rumanos y están situados a las puertas de Europa. Son cosas de la globalización y de las multinacionales.

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