El hombre declarado cuatro años seguidos como el más rápido del mundo en los circuitos de Fórmula 1 es, en sí mismo, una inversión con rentabilidad variable para los socios que han apostado por él y su equipo. La marca ganadora es, sin duda, Red Bull, una bebida energética que ha hecho honor a su eslogan y ha dado alas a Sebastian Vettel. Objetivo conseguido: identificar la marca con un campeón en un deporte extremo.
Sin embargo, pocos seguidores identificarán la imagen del piloto y su coche con el sponsor principal que también da nombre al equipo oficial de Fórmula 1: Infiniti Red Bull Racing. La marca de automóviles de gama alta de Nissan ha tenido la peor rentabilidad de su inversión millonaria en la competición reina de la velocidad en circuitos fijos.
Algo parecido se puede decir de Renault, la marca fabricante del motor que comanda Vettel y queda en un discreto segundo plano a pesar de ser una parte fundamental del equipo. Renault justifica la inversión en producción de motores, en lugar de contar con un equipo propio como antes, en que "la imagen como buen desarrollador se ha reforzado" con los 12 títulos mundiales acumulados por sus motores desde 1992.
La marca japonesa Infiniti, que aparece en el nombre oficial del equipo desde 2011, ha intensificado su estrategia para vincular su imagen con los bólidos de F-1 con el nuevo modelo Q50, en el que Vettel ha aportado su toque personal. La nueva berlina forma parte de una ofensiva de Infiniti para intentar remontar sus ventas, que en el 2012 alcanzaron las 170.000 unidades. El ambicioso objetivo que se ha marcado la marca es llegar a medio millón en 2017. Para ello cuenta con una ofensiva de productos y con un nuevo equipo directivo en Europa que tiene el difícil encargo de arañar cuota de mercado a Mercedes y BMW.
El presidente y consejero delegado de Renault-Nissan, Carlos Ghosn, interpreta los resultados como una autoafirmación de su estrategia en el mundo de la competición y como un reto para la siguiente temporada, en la que cambiarán el motor de los últimos años. Supondrá un riesgo ya que, en caso de que las prestaciones del motor bajen, el castillo de naipes que quiere construir con Infiniti caerá, al igual que los resultados de Red Bull.
