Durante semanas, la industria automovilística europea contuvo el aliento. Las líneas de producción se emperazon a ralentizar, los proveedores ajustaron turnos y los fabricantes de chips buscaban salidas desesperadas. El motivo: la repentina interrupción del suministro de semiconductores de Nexperia, una empresa de origen neerlandés y de alma china, pieza clave en el engranaje tecnológico del continente. Ahora, la pesadilla de otra crisis de los chips como de la 2021 se va alejando gracias a una desescalada del conflicto generado por el control de Nexperia.


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La noticia corrió con alivio entre los despachos de las automotrices: los chips vuelven a fluir. Aumovio, uno de los grandes proveedores alemanes, confirmó haber recibido los primeros cargamentos desde China. Volkswagen y Honda también reportaron movimiento en sus entregas. China ha indicado que se han reanudado los envíos de semiconductores que tengan como destino "usos civiles". Pero, aunque los envíos regresan, el conflicto ha mostrado con crudeza que el control ya no está en Europa: la llave de paso la tiene Pekín.

Una empresa en el epicentro del pulso global

Nexperia es un gigante silencioso. Fabrica más de 110.000 millones de chips al año —sencillos, baratos, imprescindibles— que permiten el funcionamiento de automóviles, electrodomésticos y dispositivos electrónicos de todo tipo. Con sede en los Países Bajos, pertenece desde 2019 a Wingtech Technology, un conglomerado chino que, a su vez, mantiene estrechos vínculos con el Estado.

El 30 de septiembre, el Gobierno neerlandés intervino Nexperia, argumentando que Wingtech pretendía trasladar parte de la producción europea a China, lo que representaba una amenaza para la seguridad económica del continente. Fue una decisión política enmarcada en la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China.

La reacción de Pekín fue inmediata: bloqueó las exportaciones de chips terminados de Nexperia, la mayoría fabricados y empaquetados en sus plantas chinas. Con ello, la cadena de suministro automotriz europea volvió a tambalearse.

La tregua: exenciones y diplomacia a contrarreloj

La desescalada llegó tras una reunión entre Xi Jinping y Donald Trump, en la que ambos países pactaron flexibilizar temporalmente las restricciones. China anunció que otorgaría exenciones caso por caso para permitir las exportaciones. Poco después, Aumovio confirmó que su solicitud había sido aprobada, y Volkswagen celebró que el Ministerio de Comercio chino concedería “permisos especiales a corto plazo”.

“El acuerdo con Estados Unidos ha sido clave para abrir una ventana de respiro”, declaró Ralf Brandstaetter, miembro del consejo de administración de Volkswagen. “Pero la sostenibilidad de este sistema dependerá de las relaciones entre Washington y Pekín”.

Alemania, el corazón industrial de Europa, recibió la noticia con alivio. “La desescalada y la continuación de las negociaciones son muy bienvenidas”, afirmó un portavoz del Ministerio de Economía alemán. El canciller Friedrich Merz incluso anticipó que las entregas podrían normalizarse “en las próximas horas”.

Control político y fractura interna

Sin embargo, detrás del aparente alivio, la situación dentro de Nexperia sigue siendo tensa. La compañía reconoció en un comunicado que sus entidades en China “han dejado de operar dentro del marco de gobierno corporativo establecido” y que la sede en Países Bajos ya no tiene control sobre las operaciones en territorio chino.

Entre los problemas denunciados figuran la apropiación indebida de sellos corporativos, la creación de cuentas bancarias no autorizadas y la emisión de comunicaciones falsas a clientes y proveedores. A finales de octubre, Nexperia BV suspendió el suministro de obleas a su filial china debido a impagos, y la Cámara de Comercio neerlandesa designó un administrador independiente para asumir los derechos de voto de Wingtech. El fundador chino, Zhang Xuezheng, fue suspendido oficialmente de su cargo de director ejecutivo.

Europa intenta recuperar el timón

Mientras tanto, el gobierno neerlandés insiste en que su intervención busca “salvaguardar la capacidad de producción y la experiencia de Nexperia para Europa”, y asegura que la medida no impide las operaciones cotidianas. Pero lo cierto es que cada movimiento clave de la compañía requiere ahora la aprobación del gobierno.

China, por su parte, acusaba a los Países Bajos de “interferir en los asuntos internos de las empresas” y exigía “medidas prácticas para restablecer la estabilidad de la cadena de suministro global de semiconductores”. En la práctica, Pekín exige la marcha atrás en la intervención por parte del Ejecutivo de La Haya.