El candidato demócrata a las elecciones presidenciales de EEUU, Joe Biden, lamentaba este fin de semana en un mitin el estilo de los políticos que están simpre enfadados y que siempre critican a sus adversarios. Sin mencionarlo, probablemente se refería al Donald Trump enfurecido que flagela a diestro y siniestro desde Twitter y desde el Despacho Oval de la Casa Blanca. Ese estilo de hacer política que critica Biden está plenamente instalado aquí también, lamentablemente. En todas las elecciones tenemos un nuevo ejemplo y los comicios municipales del 26 de mayo no son una excepción. 

En las elecciones en las que hay más proximidad, al menos en cuanto a distancia física, entre el candidato y los votantes, los aspirantes hacen campaña de espaldas a las necesidades reales de los vecinos. En Barcelona, donde sus habitantes consideran que el tráfico urbano es el tercer problema, apenas de habla de este asunto, que ha quedado sacrificado por otras banderas políticas que los candidatos deben considerar que son más rentables para conseguir votos.

Queremos respuestas

Como votante, a mí me gustaría, es más lo exijo, que los candidatos que me piden el voto me expliquen el modelo de ciudad qué quieren para el futuro y por qué Barcelona no tiene el 'carsharing' de coches eléctricos que triunfa en Madrid y por qué quieren imponerme un peaje por entrar en la ciudad. La población es cada vez más sensible a los temas medioambientales y quiere respuestas y claridad porque se trata de cuestiones trascendetales que afectan a su bolsillo, al tiempo que dedican a desplazarse y a la calidad del aire que respiramos. 

La miopía política de numerosos políticos les lleva a preguntarse en público por qué la sociedad está cada vez más alejada de sus dirigentes públicos. La respuesta la tienen delante de sus narices.