La crisis de Polestar se agrava. El fabricante sueco de vehículos eléctricos, participado mayoritariamente por Geely Holding y Volvo Cars, informó de unas pérdidas netas de 365 millones de dólares en el tercer trimestre, frente a los 323 millones del mismo periodo del año anterior. Tras otro descalabro en bolsa, Polestar intenta ahora no ser expulsada del mercado de valores.

La compañía anunció una división inversa de acciones —medida con la que reducirá el número total de títulos en circulación para aumentar su valor unitario— en un intento por mantener su cotización en el Nasdaq, después de que el precio de sus acciones haya caído por debajo de 1 dólar. El mercado reaccionó con dureza: los títulos de Polestar se desplomaron hasta un 17% en las primeras operaciones en Nueva York, prolongando una caída que ya supera el 93% desde su salida a bolsa en 2022.

Resultados decepcionantes y presión sobre precios

“El resultado del tercer trimestre ha sido claramente decepcionante para nosotros... seguimos sufriendo presión sobre los precios de nuestros vehículos, además de mayores costes de producción debido a los aranceles”, reconoció el director financiero, Jean-François Mady, durante una conferencia con analistas.

El directivo explicó que la compañía enfrenta un entorno de márgenes estrechos, derivado de la fuerte competencia, los aranceles estadounidenses y el descenso en el valor de reventa de los eléctricos usados.

Aunque los ingresos del trimestre aumentaron un 36%, el beneficio operativo se vio penalizado por las garantías de valor residual en Norteamérica, que obligan a la empresa a compensar la diferencia cuando los vehículos eléctricos arrendados se deprecian más rápido de lo previsto.

Ajustes laborales y dependencia de Geely

En un contexto de caída de la demanda y presión financiera, Polestar ha emprendido una reducción del 20% de su plantilla global, que el año pasado ascendía a unos 2.500 empleados.
El ajuste incluye centenares de despidos en I+D, en línea con su estrategia de externalizar más recursos hacia Geely, su principal accionista, que también posee marcas como Volvo, Lotus o Zeekr.

La empresa ha renegociado recientemente varios convenios de deuda con sus prestamistas para evitar el incumplimiento de sus compromisos financieros, lo que refleja la fragilidad de su posición de liquidez.

Estrategia: más Europa, menos EEUU

Polestar ha optado por centrar su negocio en Europa, donde obtiene el 75% de sus ingresos, frente al 11% procedente de Estados Unidos y el 14% del resto de mercados. La compañía ha decidido no lanzar su nuevo modelo Polestar 5 GT ni en EEUU ni en China, dos de los mayores mercados automovilísticos del mundo, una decisión que ha sorprendido a los analistas y acentuado la desconfianza de los inversores.

El fabricante también ha abandonado su modelo de venta directa al consumidor para adoptar un sistema basado en concesionarios, en busca de mayor capilaridad y reducción de costes comerciales.

El director ejecutivo, Michael Lohscheller, enfrenta crecientes presiones tras intentar una estrategia similar en Nikola, el fabricante de camiones eléctricos que acabó en bancarrota. El anuncio de la división inversa de acciones —una medida técnica que no altera el valor total de la compañía pero eleva el precio por acción— recuerda el último intento de Polestar por mantenerse a flote en el Nasdaq, tras haber recibido una advertencia formal por incumplir los requisitos de cotización mínima.

A pesar de los esfuerzos por reposicionar la marca y reducir costes, Polestar sigue siendo uno de los ejemplos más visibles de la fragilidad del sector de los vehículos eléctricos, golpeado por la ralentización de la demanda, la caída de precios y la presión de competidores chinos.