Foxconn lleva años intentando convertirse en algo más que el mayor fabricante de electrónica del planeta. En sus laboratorios y fábricas, el gigante taiwanés (con fábricas en China) afina servidores de inteligencia artificial, desarrolla chips, diseña robots… y sueña con producir coches eléctricos para media industria. Pero mientras invierte miles de millones en inteligencia artificial, su proyecto automovilístico vive en un compás de espera: China —el mayor mercado de vehículos eléctricos del mundo— se dirige hacia una purga inevitable.

Lo dice alguien que conoce bien el terreno. Su presidente, Young Liu, lo dejó claro: el mercado chino de vehículos eléctricos está abarrotado, es feroz y no es sostenible. En sus palabras, la consolidación llegará “pronto”. No es una predicción, sino casi un diagnóstico: “No están ganando dinero”, resume con crudeza respecto a la larga lista de fabricantes chinos de vehículos eléctricos. El apoyo del Gobierno chino ya no basta para sostener a todas las startups, y se prevé que muchas desaparecerán cuando se cierre el grifo.

Foxconn, que aspira a que otros fabricantes le encarguen coches igual que Apple le encarga iPhones, necesita esa corrección para que el mercado se estabilice y empiecen los movimientos de externalización. “Una vez que empiecen a subcontratar con un ejemplo exitoso, el resto seguirá”, recuerda Liu, evocando el modelo que Foxconn perfeccionó con Compaq y que transformó para siempre la industria del PC.

Entre la IA y la automoción: dónde invierte Foxconn

El gigante tecnológico invertirá entre 2.000 y 3.000 millones de dólares al año en inteligencia artificial, una cifra que absorberá más de la mitad de su gasto total. El negocio ya está cambiando: sus divisiones de redes y nube, donde se fabrican servidores de IA, superan desde hace dos trimestres a su histórico negocio de electrónica de consumo. La apuesta es clara: en los próximos cinco años, la IA será el motor de crecimiento. Y los coches eléctricos… cuando llegue el momento.

La presión sobre los fabricantes chinos es brutal. BYD —el campeón nacional, la firma que China ha puesto como bandera frente a Tesla— registró recientemente la mayor caída de beneficios en cuatro años y ha recortado su objetivo de ventas. Si incluso BYD sufre, ¿qué queda para los recién llegados?

Foxconn lo sabe. Un desembarco agresivo en un mercado tan competitivo no tiene sentido hasta que el ecosistema se despeje. De ahí la decisión de retrasar su objetivo de captar el 5% del mercado mundial de vehículos eléctricos para 2025. El plan no se abandona: simplemente se congela hasta que las reglas del juego sean más favorables.

Alianzas con Japón

El fabricante taiwanés negocia con el Gobierno japonés inversiones conjuntas en vehículos eléctricos e inteligencia artificial. Japón ve en la IA y en la soberanía de datos un espacio estratégico, y Foxconn quiere fabricar localmente los sistemas que alimentarán la próxima ola tecnológica. “La fabricación de sistemas de IA en cada país será fundamental”, defiende Liu.

El movimiento encaja con la estrategia global de Foxconn: diversificación, tecnología, presencia geográfica y alianzas. Ahí están sus acuerdos con Stellantis para software, su compra de la planta de Lordstown Motors en EE.UU., su entrada en chips, y su compromiso de suministrar componentes o servicios al 10% de los coches eléctricos del mundo entre 2025 y 2027.

En 2021, Foxconn enseñó sus cartas: el SUV Model C, la berlina Model E diseñada con Pininfarina y el autobús Model T. Un catálogo serio, competitivo y técnicamente solvente. Pero eran solo el primer paso. Su fabricación se realizó en cooperación con Yulon Motor, bajo la marca Foxtron. El proyecto está vivo, pero en fase de observación. Foxconn sabe que, si acierta el momento, podrá convertirse en el “Foxconn de los coches”.