Los proveedores de automoción europeos han advertido de las consecuencias de un nuevo capítulo de crisis industrial. El año 2025 arranca con un mensaje claro y rotundo de la patronal de proveedores CLEPA: el sector ya no puede más. CLEPA ha avisado de nuevos cierres de fábricas y de miles de empleos perdidos y caídas de inversiones por los desajustes de la transición ecológica y los nuevos riesgos geopolíticos.
“El sufrimiento por la pérdida de empleos persiste”, advierte Nils Poel, director de Asuntos de Mercado de CLEPA. Solo en el primer trimestre del año se han anunciado otras 10.000 pérdidas de empleo, que se suman a las casi 55.000 registradas en 2024. La creación de empleo, mientras tanto, se ha desplomado. Apenas 500 nuevos puestos fueron anunciados desde enero, lo que marca el sexto periodo consecutivo de contracción en el mercado laboral de los fabricantes de piezas.
La transición, atrapada entre la ambición y la realidad
La transición ecológica ha colocado a los proveedores en el epicentro de una tormenta perfecta. Como eslabón intermedio entre los fabricantes y las directrices políticas de Bruselas, están absorbiendo los costes de una reconversión que no está siendo acompasada con la demanda del mercado.
“El exceso de capacidad afecta ya al 62% de las empresas”, revela CLEPA, que alerta de que muchas compañías simplemente no pueden sostener sus costes fijos. Resultado: más cierres de plantas y un deterioro constante de la rentabilidad —que lleva seis años consecutivos por debajo de niveles viables— impidiendo cualquier esfuerzo serio de adaptación o inversión.
La visión de una transformación rápida, impulsada por la regulación de emisiones de CO₂ y la electrificación obligatoria, está naufragando si no se produce un cambio profundo de rumbo. "Una industria amenazada no puede cumplir las ambiciones de Europa", subraya Benjamin Krieger, secretario general de CLEPA, que pide revisar urgentemente el marco regulatorio actual para alinearlo con las condiciones reales del mercado.
22.000 millones menos para el futuro
Más allá del impacto inmediato sobre las fábricas, la alarma se extiende a los cimientos del futuro industrial europeo. La caída de la inversión es tan abrupta como preocupante: las previsiones de gasto de capital hasta 2030 se han recortado en más de 22.000 millones de euros en solo un año. Lo que está en juego no es solo empleo, sino el mantenimiento de capacidades clave de innovación y producción tecnológica.
“La víctima más inmediata es la preparación para el futuro”, lamenta Poel. Las empresas, sin margen de beneficio ni visibilidad comercial, están abandonando la carrera por adaptarse al coche eléctrico y digital, precisamente cuando Europa más necesita esa transformación para mantener su competitividad global frente a China, EE. UU. o incluso Marruecos.