Nissan ha dado a conocer este martes su plan más drástico en años: una reestructuración global que incluye el cierre de siete plantas de producción y la eliminación de 20.000 puestos de trabajo en todo el mundo. Bajo el nombre Re:Nissan, el fabricante japonés busca adaptarse de forma urgente a los cambios del mercado y recuperar la rentabilidad antes del ejercicio fiscal 2026, tras un año marcado por un bajo rendimiento financiero y una fuerte presión sobre los costes. La decisión se produce tras conocerse los resultados del último ejercicio fiscal, en el que la automovilística japonesa registró unas pérdidas netas de 670.900 millones de yenes (unos 4.040 millones de euros).

“Ante el difícil desempeño del año fiscal 2024 y el aumento de los costes variables, agravado por un entorno incierto, debemos actuar con urgencia”, declaró Iván Espinosa, presidente y CEO de Nissan, durante la presentación del plan. “Re:Nissan es un plan de acción concreto para lograr una recuperación sólida y sostenible”.

Recorte masivo de costes y producción

El objetivo central de Re:Nissan es un ahorro total de 500.000 millones de yenes (unos 3.000 millones de euros) en costes fijos y variables. Para lograrlo, la compañía consolidará su red de fábricas, pasando de 17 a solo 10 plantas de vehículos en el mundo antes de 2027. La reorganización incluye también la cancelación de la planta de baterías prevista en Kyushu.

Además, Nissan suspenderá temporalmente proyectos de desarrollo de productos previstos más allá de 2026 y movilizará a 3.000 ingenieros a tareas de reducción de costes. Una nueva oficina de transformación, compuesta por 300 expertos, liderará estas tareas bajo un modelo de gobernanza más riguroso.

20.000 empleos menos y revisión profunda del desarrollo

El plan contempla la eliminación de 20.000 puestos de trabajo, entre despidos ya anunciados y nuevos recortes. Esta reducción afectará a personal de producción, ingeniería, administración y ventas, tanto en plantilla fija como en contratos temporales.

En paralelo, Nissan rediseñará sus procesos de ingeniería para recortar el coste por hora en un 20 % y acelerar los tiempos de desarrollo de sus nuevos modelos, con el objetivo de lanzar vehículos más competitivos en menos tiempo. En esta transformación se enmarca la simplificación de piezas (70 % menos de complejidad) y la reducción de plataformas, que pasarán de 13 a solo 7 para 2035.

Estrategia centrada en mercados clave

La compañía también redefine su enfoque por mercados. Estados Unidos, Japón, China, Europa, Oriente Medio y México serán las regiones prioritarias. Nissan centrará sus esfuerzos en modelos de alto volumen y valor estratégico como el nuevo Nissan Skyline, el SUV C global y el INFINITI compacto, mientras explora sinergias con Renault y Mitsubishi, así como colaboraciones con Honda en tecnologías de electrificación tras el fracaso del intento de fusión.

En Europa, la apuesta se centrará en los SUV de los segmentos B y C, apoyándose en alianzas con Renault y fabricantes chinos. En China, Nissan apostará por nuevos vehículos eléctricos (NEV), con vistas también a la exportación. En México, la marca mantendrá su rol como plataforma clave de producción y exportación.

Pérdidas históricas y desplome operativo

“El año fiscal 2024 ha sido un gran desafío para nosotros y prevemos que estos desafíos continuarán en 2025”, ha reconocido el director financiero de Nissan, Jeremie Papin, al presentar unas cuentas que la dirección califica como reflejo de “una situación muy compleja”.

Los malos resultados suponen un giro drástico respecto al año anterior, cuando Nissan logró beneficios netos de 426.600 millones de yenes (2.593 millones de euros). En este último ejercicio (1 de abril de 2024 – 31 de marzo de 2025), el resultado operativo cayó un 87,7 %, hasta los 69.800 millones de yenes (424 millones de euros), y la facturación descendió ligeramente un 0,4 %, hasta los 12,63 billones de yenes (76.800 millones de euros).

Entre las causas principales, la compañía cita la fuerte depreciación de activos y el encarecimiento de los costes operativos, a los que se sumará el impacto negativo de los nuevos aranceles de Estados Unidos a las importaciones de vehículos, vigentes desde abril, y que podrían suponer un coste adicional de 450.000 millones de yenes.