Según el informe Draghi, Europa necesita 800 000 millones de euros anuales en nuevas inversiones privadas para mantener su posición como gran potencia económica. Si el continente quiere cerrar la brecha de producción y productividad con sus competidores, Draghi sostiene que esta inversión debe dirigirse urgentemente a sectores de alto rendimiento donde Europa aún conserva una ventaja comparativa.
Entre estos sectores clave destaca la industria automovilística, que da empleo a casi 14 millones de personas en toda la UE y representa el 8 % del valor de la producción manufacturera del continente. Además, es un motor esencial de innovación: según McKinsey, el sector concentra el 30 % del gasto total en I+D de la UE.
Draghi advierte que Europa no puede aplazar decisiones. Su industria automovilística está perdiendo rápidamente competitividad: la cuota de la UE en la producción mundial de automóviles se ha reducido a la mitad, del 31 % en el año 2000 al 15 % en 2022. Si no se actúa con rapidez, el sector podría perder más del 10 % de su capacidad productiva en los próximos cinco años. Con tanto en juego, ¿qué debería hacer Europa para fomentar la inversión en su industria del automóvil?
Una de las principales recomendaciones de Draghi es que la UE debe revisar su hoja de ruta hacia la descarbonización, haciéndola más coherente y predecible. Afortunadamente, existe un país que ofrece valiosas lecciones en este sentido. Un mercado que ha sabido diseñar una estrategia de descarbonización que ha promovido tanto el desarrollo industrial como un aumento significativo de la inversión en automoción: Brasil.
2024 fue un año excepcional para el sector automovilístico brasileño, con un fuerte aumento de la inversión extranjera directa que superó los 20 000 millones de dólares, incluidos 6 000 millones por parte de Stellantis. Aunque parte de este impulso obedece a factores macroeconómicos —como la tendencia a la regionalización y localización de las cadenas de suministro—, también hay que destacar el papel del marco regulatorio brasileño, que proporciona una base estable y previsible que genera confianza entre fabricantes y proveedores.
Más que nada, los fabricantes e inversores necesitan certezas normativas a largo plazo. El desarrollo de un nuevo modelo de vehículo puede tardar más de cinco años, por lo que resulta imprescindible contar con una visión clara del marco regulador para los próximos diez años o más. Eso es precisamente lo que ofrece Brasil a través de su Programa de Movilidad Verde e Innovación (“MOVER”).
En su informe, Draghi señala al sector automovilístico europeo como "un ejemplo clave de la falta de planificación de la UE, que aplica una política climática sin una política industrial". Esa crítica no es aplicable al MOVER, que proporciona un marco integral: combina incentivos fiscales y para I+D con un sistema transparente de contabilidad del carbono, y ofrece garantías de continuidad normativa hasta más allá de 2030.
MOVER es un ejemplo destacado de cómo alinear política industrial y climática. Además de establecer reglas claras sobre emisiones y sostenibilidad, sirve como estímulo a la inversión privada, al aportar previsibilidad y una hoja de ruta compartida para toda la cadena de valor de la automoción en Brasil.
Pero su mayor virtud quizás no sea solo su enfoque integral, sino que también aventaja a la UE en áreas clave, como la contabilidad del carbono. A diferencia del marco europeo, MOVER adopta un enfoque tecnológicamente neutro en materia de descarbonización, una postura que Draghi insta abiertamente a que Europa adopte cuanto antes.
En este contexto, la neutralidad tecnológica implica centrarse en resultados reales de emisiones, en lugar de imponer o favorecer tecnologías concretas. MOVER lo aplica mediante evaluaciones del ciclo de vida (LCA), que calculan las emisiones desde la fabricación hasta el final de vida útil del vehículo, incluyendo el origen de los combustibles utilizados.
Este enfoque ha permitido a Brasil fomentar la innovación en su ya descarbonizado sistema de combustibles. Hoy, más del 80 % de los coches nuevos vendidos en el país funcionan con biocombustibles flexibles, cuyos niveles de emisiones durante la vida útil son mucho más bajos de lo que indican las cifras del tubo de escape, gracias a la neutralidad en carbono de dichos combustibles.
Al adoptar esta visión completa de las emisiones, las evaluaciones de ciclo de vida hacen posible una verdadera neutralidad tecnológica y promueven inversiones en áreas como los combustibles alternativos sostenibles.
El informe Draghi insta a la Comisión Europea a desarrollar una metodología de ACV antes de finales de 2025. MOVER demuestra por qué esto es esencial: permite regular con criterios de sostenibilidad real, fomenta la innovación y asegura que los fabricantes puedan invertir en las soluciones más eficaces para el planeta, adaptadas a las distintas realidades del mercado global.
Gracias a MOVER, Brasil ofrece a Europa un conjunto valioso de lecciones. Es un caso práctico de cómo implementar una política integrada —industrial y climática— a escala nacional. Muestra cómo las evaluaciones de ciclo de vida pueden aportar un marco tecnológicamente neutro que favorece la innovación tanto en vehículos como en combustibles. Y evidencia que, cuando el marco regulador es claro y estable, los fabricantes e inversores responden, movilizando el capital privado necesario para reimpulsar la automoción europea y asegurar su competitividad en el siglo XXI.