La sede histórica de Audi en Baviera, símbolo de la prosperidad industrial alemana, afronta un déficit municipal de hasta 80 millones de euros. El desplome de ingresos fiscales ligados a la automoción amenaza con paralizar inversiones clave y convierte a Ingolstadt en el reflejo de las turbulencias que sacuden a toda la industria del motor en Alemania.
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Durante décadas, Ingolstadt fue la viva imagen del “milagro económico” bávaro. El asentamiento de Audi convirtió a esta ciudad de 145.000 habitantes en un polo de riqueza y empleo, con indicadores que duplicaban la media europea. Hoy, sin embargo, el panorama ha cambiado de forma abrupta: el ayuntamiento calcula que en 2026 tendrá un déficit de entre 60 y 80 millones de euros, un desajuste inédito en su historia reciente y que obliga a hablar de recortes y subidas de impuestos.
El alcalde Michael Kern lo ha definido como “una situación históricamente única”. Los ingresos por el impuesto de actividades económicas —la principal fuente de financiación municipal, estrechamente ligada al músculo industrial de Audi y sus proveedores— se han reducido prácticamente a la mitad en los últimos años. Si a comienzos de la pasada década la ciudad recaudaba más de 200 millones de euros, este año apenas ingresará 55 millones. La transformación del sector automovilístico, la centralización fiscal de Volkswagen en Wolfsburg y la caída global de las ventas de Audi explican el hundimiento.
Revisión de inversiones y recortes en Ingolstadt
La crisis de la marca de los cuatro aros tiene varias aristas. En Europa, sus matriculaciones cayeron un 3 % en agosto, según ACEA, y sus márgenes se estrechan frente a la competencia. En China, su primer mercado, las ventas han retrocedido frente a unos fabricantes locales cada vez más fuertes. El golpe es doble: Audi pierde volumen y, al mismo tiempo, reduce su aportación fiscal a Ingolstadt, dejando al municipio sin el pulmón financiero que durante décadas sostuvo proyectos públicos.
Las consecuencias ya se dejan sentir. El alcalde Kern ha anunciado que la ciudad deberá revisar todas sus inversiones: desde la renovación del teatro municipal hasta la modernización de escuelas. Incluso se barajan recortes en servicios de ocio y cultura, además de un incremento en los impuestos locales. “Nos vemos obligados a cuestionar todo lo que hasta ahora parecía intocable”, ha admitido el regidor.
Golpe en Baviera por el automóvil
El caso de Ingolstadt no es aislado. Ciudades como Múnich -sede de BMW- también han reportado fuertes caídas en la recaudación. En 2024, los municipios bávaros registraron el mayor déficit de su historia, 5.300 millones de euros, según la Fundación Bertelsmann. El fenómeno revela un cambio estructural: la dependencia del automóvil como motor de prosperidad ya no garantiza la estabilidad financiera de las ciudades.
El “shock chino” y la pérdida de competitividad industrial de Alemania se suman a un panorama de altos costes energéticos y transición tecnológica. El gobierno federal prepara planes de estímulo, pero en Ingolstadt la pregunta ya no es si se podrá mantener el estatus de “ciudad rica”, sino si logrará evitar que la sombra de Audi se convierta en una losa para su futuro.