El gran apagón eléctrico que ha dejado este lunes sin luz a España y Portugal ha paralizado no solo hogares y comercios, sino también la movilidad y la automoción. La caída masiva de la red eléctrica, ocurrida en torno a las 12:30 horas, ha provocado paradas de producción, desplazamientos imposibles y un colapso generalizado que ha devuelto a muchos ciudadanos a escenas propias de otra época.


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En Barcelona, la planta de Seat en Martorell y la fábrica de Ebro en la Zona Franca se vieron obligadas a detener su actividad de forma inmediata. "Se paró todo de golpe", describió Matías Carnero, presidente del comité de empresa de Seat, quien definió la situación vivida en Martorell como "un poco caótica". Los generadores de emergencia solo pudieron sostener servicios esenciales, sin capacidad para mantener en marcha las líneas de producción.

La Ebro Factory, heredera de la antigua Nissan en la Zona Franca, también tuvo que apagar su producción de los modelos eléctricos S700 y S800. La cadena de ensamblaje quedó muda, a la espera de la vuelta a la normalidad, con la plantilla atrapada en un limbo sin luz y con apenas información clara sobre los siguientes pasos.

Las fábricas de automoción situadas en España han ido recuperando la actividad durante la mañana del día después del gran apagón. La única que presentaba incidencias era de la Volkswagen de Navarra, aunque se espera la mejora hasta la normalización en las siguientes horas. Además, la factoría de Ford en Almussafes (Valencia) ha recuperado este martes la normalidad de las operaciones en la planta de motores, recambios y mantenimiento, según ha explicado a EFE el presidente del comité de empresa, Carlos Faubel, y se hará un plan para recuperar las horas perdidas.

También hubo largas colas y ansiedad en los accesos a muchas gasolineras que no estaban operativas debido a la falta de energía eléctrica. Muchas gasolineras, entre ellas las de Moeve (antigua Cepsa), cerraron sus puertas incapaces de operar sus surtidores, aumentando la sensación de desabastecimiento y tensión en las carreteras.

La movilidad, una pesadilla

La movilidad se convirtió en una pesadilla en el día del gran apagón. La imposibilidad de gestionar los flujos circulatorios en ciudades como Barcelona y Madrid, donde muchos semáforos quedaron inservibles, provocó atascos kilométricos. Viajes que habitualmente duran 30 minutos llegaron a prolongarse más de tres horas en autobuses saturados o en interminables caminatas de los menos afortunados.

La situación también dejó imágenes insólitas: estaciones de tren llenas de personas que, ante la cancelación del servicio, no tuvieron más opción que pasar la noche en vestíbulos o andenes a la espera de que la electricidad, y con ella la movilidad, volvieran a sus vidas. Los menos afectados fueron los usuarios de vuelos y de transporte marítimo con una situación cercana a la normalidad y con algunas cancelaciones.

En paralelo, la patronal Pimec instó a las empresas a reservar sus generadores solo para funciones críticas como la seguridad o las comunicaciones. Por ejemplo, el sector farmacéutico resistió mejor el impacto gracias a sólidos sistemas de contingencia. Grifols, Boehringer Ingelheim y otras grandes compañías del sector pudieron mantener su actividad gracias a sus grupos electrógenos, aunque con procedimientos de emergencia activados.