Ya lo decía un anuncio de la filial de Audi en Noruega: "No odies, imita". Era la respuesta a un spot de General Motors en el que la marca americana se proponía 'invadir' Noruega por su desafío al superar a Estados Unidos en desarrollo de la movilidad eléctrica. En España vivimos algo parecido ante nuestro retraso en la electrificación del parque automovilístico, aunque el Gobierno está empeñado en hacer una mala copia del paraíso noruego de la movilidad sin emisiones.

Joan Groizard, el director del IDAE, un organismo que promueve la eficiencia energética adscrito al Ministerio de Transición Ecológica, acaba de anunciar que el Gobierno quiere hacer caso, por fin, a algunas de las demandas del sector de automoción aumentando la dotación del Plan Moves hasta 800 euros y alargando su vigencia hasta 2023. Pero después del fogonazo que supone ese anuncio hay que analizar qué comporta.

Moves con más dinero, pero engañoso

Supone un importante incremento de recursos en relación con los 100 millones del Plan Moves 2 en vigor ahora mismo en las autonomías que no han agotado los fondos, pero comporta reducir el presupuesto de los 400 millones del nuevo Moves 3 a 266 millones de media por año hasta 2023. La ventaja que tiene es la previsibilidad del horizonte a tres años, un cambio que iría en línea con lo que hizo Noruega para impulsar la electromovilidad.

Sin embargo, el modelo a imitar es mucho más completo y de mayor calado, hasta el punto de que resulta más barato comprar un coche eléctrico que la versión equivalente de gasolina del mismo modelo. El secreto es una paciente y persistente política de incentivos estructurales que arrancaron en la década de los 90 con el objetivo de que todos los vehículos eléctricos que se vendan a partir de 2025 sean sin emisiones.

Van camino de conseguirlo o de acercarse mucho ya que el 54,3% de los coches vendidos en 2020 fueron eléctricos puros, lo que supone 12 puntos más que en 2019 y un gran salto desde el 1% que tenía el país 10 años antes. Los incentivos actuales se revisarán a partir de 2022 en función del ritmo de implantación de la movilidad eléctrica.

Reforma fiscal valiente

Noruega contaba al acabar el año pasado con más de 330.000 vehículos eléctricos que disfrutan de un paraíso fiscal al estar exentos de los impuestos que pagan los coches con motor de combustión interna, a los que se aplican penalizaciones. Los turismos eléctricos no pagan impuesto de matriculación o de importación, tienen una exención del 100% del IVA (que es del 25%), del impuesto de circulación anual y peajes, entre otros muchos estímulos. A modo de ejemplo, un Volkswagen Golf eléctrico cuesta en Noruega 33.286 euros frente a 34.076 de la versión de combustión interna.

"Noruega es fría, pero los coches eléctricos están que arden", asegura Christina Bu, secretaria general de la Asociación de Vehículos Eléctricos de Noruega en respuesta al anuncio de General Motors.

De momento, la petición del sector de automoción de copiar a Noruega con un IVA reducido (no llegan a pedir la exención total) para los coches eléctricos en España sigue en estudio por parte del Gobierno, que prefiere seguir con el esquema de las ayudas directas de 5.500 euros del Moves. 

El experimento de Noruega ha funcionado, aunque requiere una política fiscal valiente. Por eso sería interesante hacer caso a la Audi noruega, que en 2020 fue la marca líder en el Edén de la movilidad eléctrica.